jueves, 27 de febrero de 2025

El jardín y la madre

La rosa es un enigma. El jardín es un enigma. La página en blanco es un enigma. La muerte de la madre es un enigma. La flor, el conjunto de plantas y árboles, la creación y la desaparición (esa ruptura) de quien te dio la vida. Con estos elementos parte Menchu Gutiérrez (Madrid, 1957) para iniciar la escritura de su nuevo libro, Vida y muerte de un jardín de papel, que es un largo y bellísimo poema en prosa donde voces, reflexiones, silencios, misterios, conjeturas, músicas, fotografías, espinas —las espinas de las rosas y las espinas que en un descuido rasgan la piel, ahí donde surge todo el dolor—, serenidad y brisas heladas se dan cita. Todos los enigmas mencionados se entremezclan, formando una especie de retablo, uno de esos cuadros a los que la autora regresa en algunas páginas del libro. Ninguno es superior a otro, aunque el último mencionado, el enigma de la muerte de la madre, condicione inevitablemente todos los demás. Las palabras van surgiendo y abriéndose paso entre ese enigma, en medio de ese dolor —las espinas que hacen brotar la sangre de la herida, «la sangre de los cuentos»— que crece al mismo tiempo que la ausencia. El dolor que transita a lo largo del duelo. Las rosas y el jardín, sí. Y también el jarrón que dará cobijo a las rosas durante un tiempo. Sin ellas, sin las rosas y sin el agua que se coloca en el fondo para mantenerlas un rato más con vida, el jarrón carece de sentido. Y las palabras que se van enlazando en la página en blanco con la ayuda del recuerdo. «A veces, recuerdas; otras, intentas recordar, reconstruir el recuerdo», escribe Gutiérrez. Esquivando la espina: «la espina es como una jeringuilla cargada con el suero de la verdad. A veces acercamos el dedo voluntariamente; otras, nos escondemos de ella como niños para quienes la confesión de la verdad irá acompañada de un castigo». La espina y la metáfora. O: «La espina corteja la herida», en palabras de Paul Celan. Corteja la herida hasta que termina atrapándola, podríamos añadir. Devorándola. Sobre todo, y de manera más rotunda, en los primeros tiempos del duelo. Ese tránsito inevitable, ineludible, que es un grito, una cárcel, peaje de la grieta. Tránsito brutal, en definitiva. 

Menchu Gutiérrez, autora de una fructífera y muy coherente carrera literaria, siempre a la búsqueda de la belleza (aunque, como aquí, se encuentre en medio del dolor más profundo), el detalle y el conocimiento, ha escrito con extraordinaria delicadeza un libro muy hermoso. Quizá, y señalar esto es señalar mucho, el más hermoso de todos los que ha escrito hasta el momento. 

Vida y muerte de un jardín de papel está publicado por Siruela.

Este artículo está publicado en la revista digital El Cuaderno 


sábado, 22 de febrero de 2025

Teoremas del silencio

Desde que murió mi madre, voy poco a poco. A pesar de que leo mucho, como siempre, entre lo que me mandan y lo que compro, voy, como digo, lento, es así. No hay prisa tampoco, la verdad. ¿Hay prisa para algo ya? Me cuesta más escribir sobre lo que leo que leer propiamente. Voy poco a poco, voy poco a poco. Tonterías que no le importan a nadie, supongo. Ustedes disculpen. El caso (y esto sí debería importar): que acabo de leer 'Teoremas del silencio', el nuevo libro de Natacha G. Mendoza, y me ha encantado. Qué poderosa voz narrativa. Cuánto sabe esta escritora sobre lo narrado y lo no narrado. La palabra y el silencio. Los silencios y las palabras. Ahí está el enigma, como siempre. Un cuento es lo que dice y lo que no dice. Eso es un cuento. Un tramo en la vida de unos personajes, y ya está. Eso es todo. Y aquí se demuestra. Que vuele la mente del lector. Que vuele, que vuele. Que ocupe esos espacios en blanco, las elipsis. Qué maestría para ello la de Mendoza. O G. Mendoza. Te hiela, te machaca, te deja sin palabras, te hace buscar tu propio hueco para ellas. Las palabras, las ausencias, las grietas (¡menudas grietas!), los silencios. El vacío. Lo inesperado. El dolor. Qué dominio en esos cuentos donde la narradora se pierde con sus personajes. Se pierde o se involucra desde la distancia. Ahí estáis. Ahí estamos. Siempre desde la distancia, como corresponde. Busquen el libro, Léanlo. Ocupen esos espacios que la autora deja en blanco. Poderosa narrativa. Aún estoy temblando por ese breve espacio donde no estás. Donde no están.

sábado, 15 de febrero de 2025

Notable debut de Paz Vega en la dirección

'Rita' es el notable debut de Paz Vega en la dirección. Se adentra, alejando la cámara de lo obvio y centrándola en el rostro de la pequeña Rita y su hermano (soberbios ambos: ese momento del niño en la piscina es antológico), en el complejo tema de los malos tratos en los años 80. Poca broma. La soledad de esa mujer -interpretada por la propia Vega-, el comportamiento del machirulo de su marido, la evasión y los juegos de los niños, las voces silenciosas que se mueven alrededor... Todo está tratado con una delicadeza no exenta de rotundidad. Mención especial merece Roberto Álamo, gran actor que consigue transformar su habitual atractivo físico en algo repulsivo y condenable. Nos quejamos, y con razón, de la ausencia de Najwa Nimri en las nominaciones de los Goya. Álamo también se merecía estar entre los finalistas por este trabajo. Esperemos que este prometedor paso de Paz Vega a la dirección no se quede ahí.  

sábado, 8 de febrero de 2025

Las novias del sur

Las novias de los setenta con sus vestidos blancos, sus rostros más maquillados de lo habitual y los ramos de flores en las manos. Nervios, emoción, compromiso, incertidumbre, enamoramiento. Esas fotografías fijadas en las que la directora del magnífico documental 'Las novias del sur', Elena López Riera, dice que busca a su madre. Esas fotografías que en algunos casos se ponen en movimiento y que me han recordado por momentos a las fotografías de Gonzalo Juanes, aunque las suyas no retratasen -creo recordar- a ninguna novia. El tiempo que arrasa, que decepciona, que engulle o que revive. Y es entonces cuando algunas de esas mujeres hablan a la cámara sin tapujos: del amor, del deseo, del sexo, de la ilusión, de la obligación, de la desgana, de la decepción, de las dificultades, de sentirse vivas después de no haber sentido nada o de haber sentido diferentes cosas. Del sufrimiento de no amar o de amar demasiado, también del término medio, del sentimiento recíproco, del placer. Con el marido, con otros hombres o consigo mismas, como dice la más vieja de todas: una hermosa, sabia y elegante mujer de 103 años que expresándose parece que tiene 35. Lo vivido, bueno o malo, vivido está. Y ahora queda el conocimiento, las arrugas, las decepciones, las anécdotas, lo soñado o lo disfrutado plenamente. Y también queda la nostalgia en todas esas fotografías, antes de volverse movimiento, que se conservan como lo que son: valiosos documentos, testimonios imprescindibles. Cada mujer. Cada existencia. Todas ellas. Qué maravilla. 

jueves, 6 de febrero de 2025

Damián Barreiro

Conocí a Damián Barreiro en una fría mañana del otoño de 2010. Por aquella época, trabajaba como librero en Trabe y acababa de publicar 'El extraño viaje'. Vino a entrevistarme a la librería para el semanario Les Noticies, ya desaparecido (como tantas otras publicaciones). Se mostró tímido y algo nervioso al principio. Yo también lo estaba porque llevaba nueve años sin publicar nada, pero rápidamente nos entendimos. Luego, nos encontrábamos a menudo por los bares de la noche (aún era tiempo de salir por la noche, con La Santa como inevitable lugar de encuentro), siempre entre complicidades y ya sin timideces. Me alegré por sus premios y por su carrera. Y hoy su muerte me ha puesto triste. Lo he sentido de verdad. Nadie debería irse con 40 años. La vida por delante y la creatividad en uno de sus mejores momentos. Descansa en paz, compañero

Salve María

'Salve María' es una de las películas más tristes, duras e inquietantes que he visto recientemente. La depresión que sufren algunas mujeres tras el parto llevado a sus últimas consecuencias. El gran acierto (y, a la vez, el mayor riesgo) de su directora, Mar Coll, es tratar un tema tan delicado como si se tratase de un thriller. La tensión es constante, siempre en el filo. La fragilidad de la madre y, evidentemente, la del bebé. La semilla, en este caso, no es del diablo pero también perturba. Laura Weissmahr compone con gran acierto un personaje delicadísimo, que podría estrellarse al mínimo desliz. Oriol Pla, como de costumbre, está espléndido, conmueve la evolución de su personaje.

Aquí sí hay sustancia.