lunes, 15 de enero de 2024

Gena, nuestra gata

Cuando entro en la cocina para preparar café, me recibe todas las mañanas subida una silla alta que trajimos de la otra casa. No sé cómo, pero ella sabe si estoy triste, muy triste, o un poco mejor. Conoce a la perfección nuestros estados de ánimo. No es muy amante de las visitas. Curiosamente, a mi madre era a la única a la que se acercaba cuando venía por casa. Estira, ahí subida, una de las patas y me la ofrece. Yo se la acaricio. Y me pongo con el café. Entonces, ella empieza a ronronear sobre mis pies. No sé quién dijo que los perros eran más cariñosos que los gatos. Alguien, supongo, que no conocía mucho el mundo gatuno.

Gena, mi gata. Nuestra gata. Cada mañana.

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