miércoles, 24 de junio de 2020

Tormenta

Hay una sensación de melancolía en la lluvia que está a punto de caer (truenos, cada vez más cerca) que es casi tan importante como la de refugio. Por aquí somos así: protestamos por la lluvia, pero luego la necesidad de su sonido, del olor que va dejando en la tierra que pisamos, de la limpieza que oxigena el ambiente, se hace casi imprescindible. Su presencia purifica y, de algún modo, renueva algunas cosas. Y también te traslada a otros tiempos. Los veranos en el pueblo, en casa de los abuelos. Las tormentas y las vacaciones. Bocadillos de chorizo y onzas de chocolate. El sol y los gallos al amanecer. Las tormentas y los cigarrillos del abuelo. Aquella luz que no volvimos a vislumbrar. No sabemos prescindir de la lluvia, ni tampoco de todo eso. Nunca estaría el verano completo en el norte sin esas tormentas. Sin esta tormenta (los truenos encima de los tejados que tengo enfrente) que ya está aquí, en esta tarde tan extraña de San Juan y nuevas normalidades. 

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