jueves, 11 de junio de 2020

Nuria Espert

He recorrido medio país únicamente por verla actuar. Y subido en aquel coche o en aquel tren, rumbo a una aventura que sabía que no me iba a defraudar, era consciente de aquella felicidad (ahora que, según dicen algunos titulares, nadie era consciente de lo felices que éramos antes de toda esta locura: en fin, que cada cual exprese lo suyo). Lo importante, según el poeta, no es el destino sino el viaje. En aquellos momentos, lo era todo: el viaje y el destino. La emoción previa a la entrada al teatro y la emoción en la butaca. Por no hablar de la emoción posterior: ya en la calle, ya en la noche. Qué lujo poder ver a aquella mujer sobre un escenario. Todo su cuerpo y su voz entregados por completo a un personaje. O a varios, como en 'La violación de Lucrecia'. No he podido ver su trabajo en 'Romancero gitano' porque la gira, en principio, no iba a ser muy larga y porque la economía, ay, la economía. Me queda el recuerdo de todo aquello que vi y la felicidad que iba implícita. Y me queda traerla de nuevo aquí y felicitarla por esos gloriosos 85 años que hoy cumple. 

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