jueves, 7 de febrero de 2019

Líneas de tiza

Me das la mano para que te ayude porque estos días, maldita enfermedad, los huesos lastran tus movimientos. No importa que sea invierno o verano: los hospitales siempre tienen esa temperatura a la que nunca termino de acostumbrarme. Entra y sale gente -murmullos en los pasillos, llantos ahogados, fugaces risas nerviosas, la voz ronca de una enfermera que trata de poner orden-, y yo lo único que quiero, ahora que tengo tu mano bien agarrada, es dejar atrás todo eso (como dos presos que dejaran atrás su minúscula celda, libres al fin), decirte que vas muy abrigada, que en aquella terraza el sol va a permitirnos encarar el mediodía. Que el aire es fresco y cálido, que puede que la primavera sea sólo este espejismo, y que ahí fuera no huele a medicamentos ni a puré de zanahoria. 
Y te digo todo eso, traspasada ya la puerta de cristal, bajo un cielo completamente despejado en el que un avión va dejando líneas que parecen de tiza. 

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