viernes, 20 de enero de 2017

Adiós

Fuimos felices a trompicones, como lo son las parejas que no están destinadas a permanecer mucho tiempo juntas. Entre unas batallas y otras, dos años duró nuestro camino en común, hace ahora casi veinte. Jóvenes, inexpertos, inmaduros, alocados. Un poco perdidos en la inmensidad de este mundo y sus complejidades. Un poco perdidos, y ya está. Como todos los jóvenes, inexpertos, inmaduros y alocados, imagino. No vamos a buscar ahora las razones que no quisimos (o no supimos) hallar entonces. La vida, a su modo, se escribe sola. Nosotros hacemos trazos y señales, buscamos huellas y abrazos, dibujamos historias y proyectos. Siempre náufragos. La vida, a su modo, se escribe sola, sencillamente. Y con los años, el rencor deja de tener sentido. Por algo peinamos canas y se arremolinan sin piedad arrugas cerca de nuestros ojos (cansados, alegres, risueños o fatigados). 
Acabo de enterarme de su muerte. Y lo siento de veras. No es justo que una persona se muera con 52 años. Pero somos eso, náufragos, por mucho que nos envalentonemos, por mucho que tratemos de olvidarlo. Y la vida, con trazo más bien grueso, siempre tiene la última palabra. 

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