miércoles, 6 de mayo de 2015

Antes del fin

Desde el comienzo de su carrera literaria (carrera que, a mi juicio, como he ido señalando últimamente en diferentes medios, considero que debe situarse ya -dejémonos de tonterías- en la lista de premios como el Princesa de Asturias o el Cervantes) , Soledad Puértolas ha ido compaginando novelas y libros de relatos. Relatos que, en esos libros, siempre han tenido un nexo en común. Nunca se trata de meras recopilaciones o de cuentos agrupados al tuntún bajo un sugerente título. El adiós a la juventud, el recuerdo de determinadas etapas de la vida, las compañeras de viaje o esa sensación de encontrarse ante algo que se acaba, que se interrumpe, como ocurre aquí, en este magnífico libro que ahora se publica, `El fin´ (Editorial Anagrama). Precisamente, ese relato, el que da título al volumen, puede situarse ya por derecho propio entre los mejores cuentos que ha escrito Soledad. (Hay, en este sentido, mucho material donde escoger: me vienen a la cabeza de pronto `La hija predilecta´, `Espejos´ o  `La corriente del golfo´). Le bastan unas pocas páginas, una llamada de teléfono y un inesperado incidente para dejar constancia de eso que se va entreviendo, eso que en algún momento se interrumpirá, el final, aunque, como corresponde, el hijo de la historia le quite todo el hierro al asunto. Pero hay más, claro. Como ocurre siempre en los grandes relatos. Ese incidente y esa llamada telefónica sirven para mostrar -en apenas unas pocas páginas, insisto- los temores de los protagonistas, el implacable paso del tiempo, lo que nos aguarda, lo que ha quedado atrás. Podríamos decir que la frase final del cuento (que también es la frase final del libro), sin aspavientos ni vanidades, contiene buena parte de la complejidad de esta existencia. En su sencillez, abarca largos recorridos. Y todos los enigmas que arrastran esos extensos recorridos.
Es sólo un ejemplo. Previamente, hemos leído una serie de relatos a los que bien podría aplicarse esa frase de Alice Munro que dice: "La vida es suficientemente interesante si tú consigues captarla tal cual es, monótona, sencilla, increíble, insondable". Ahí están esas vidas que Puértolas atrapa en un momento de su tiempo. Con un instante, en ocasiones, es más que suficiente. Con un instante, recordamos todo lo demás: quiénes fuimos, quiénes somos. E intuimos lo que, quizá, seamos en breve, traspasando esa puerta que se abre. Como le ocurre a la protagonista de `Mesas´, otra brillantísima muestra del talento narrativo de su autora. `Laureles´: ¡qué manera tan sabia de plasmar la frustración! O `La mano en el aire´, tan enigmático, tan bien resuelto, que nos remite a otro de los autores favoritos de la autora (hay varias referencias explícitas en el libro: Henry James, Chéjov...), Raymond Carver. Y también a la propia Munro, a esa necesidad que despiertan los cuentos de la escritora canadiense de volver a ellos, a releerlos una y otra vez, para captar ese detalle que siempre -siempre- se nos escapa. Esa necesidad, la de releer sus relatos, también esta en los cuentos de Soledad Puértolas. Tan enormes en su sencillez. En esa sencillez que, como mencionaba antes, abarca largos recorridos.  
Lo que está, lo que ya no está, lo que se nos escapa, lo que tratamos de atrapar y de recuperar, lo que nos resulta imposible de atrapar y de recuperar, lo que surge y lo que sólo se intuye, lo fugaz y lo que permanece, lo que sucedió y lo que se recuerda. Todo eso está en estos relatos, en todos ellos. Lo inesperado, una vez más, antes del fin. O de la propia idea del fin.

 

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