jueves, 19 de marzo de 2015

Contradicciones

Provengo de una familia tradicional. Y cuando digo tradicional quiero decir que tengo un padre y una madre heterosexuales, y que no me refiero a esas familias que salen a la calle en bandadas cada dos por tres para, amparándose en la religión o en determinados intolerantes gurús religiosos, protestar contra los derechos de los que no piensan o sienten como ellos. Para protestar contra los derechos de las familias homosexuales, resumiendo. Provengo de una familia tradicional excepcional, vaya por delante: y aquí caben todos los adjetivos positivos que queráis ponerle. Que también hay familias tradicionales que no miran a la cara a sus hijos cuando los necesitan (he conocido casos) o que no les han dado el cariño que todos necesitamos desde pequeños para formarnos como personas (también conozco casos). De todo hay en esta tierra, ya lo sabemos. Hace ocho años, conocí a un tipo estupendo y me casé con él. Formamos nuestra propia familia. Homosexual, evidentemente. Y no, no olvidamos que si ese matrimonio pudo celebrarse fue gracias al PSOE y a su empeño por sacar adelante la ley correspondiente. Ley que el PP tuvo recurrida no sé cuanto tiempo. Digo todo esto porque hay alguna gente que tiene la memoria muy frágil. No tenemos hijos. Ni los tendremos. No fue algo que descartásemos inicialmente, sino que las circunstancias de la vida van sentando sus propias bases. Unas bases con las que, a veces, no estás de acuerdo pero contra las que estás atado de pies y manos. Hace cuatro años y medio cerraron la librería donde trabajaba y, desde entonces, no tengo un trabajo estable. Sin estabilidad económica, no hay hijos que valgan. De la escritura, a pesar de lo que piensan algunas personas y por mucho que uno escriba, viven cuatro. O, a estas alturas, vamos a dejarlo en dos. De todos modos, no es por ponernos medallas, creo que hubiésemos sido unos buenos padres. A los cuarenta y tres años, uno conoce perfectamente lo que sabe hacer bien y lo que no. Sobran la modestia y las tonterías.    
De las tonterías, precisamente, que han dicho esos dos diseñadores gays surge la necesidad de escribir este texto. Y digo tonterías por decir una palabra amable. Tanto camino recorrido, tanta lucha, tanto insulto recibido, para que ahora estos dos diseñadores salgan con la (peligrosa) postura con la que han salido: que están en contra de que una pareja gay tenga hijos. Vamos, hombre. Ahora, cuando mucha gente ha propuesto boicotear sus diseños (yo ya los tenía boicoteados, dicho sea de paso: porque su ropa no entra en mis presupuestos y, sobre todo, porque no me gusta nada), han matizado sus palabras y uno dice que sí y el otro que no. En fin, el blablabá de siempre cuando ves peligrar tu negocio. No obstante, la (peligrosa) postura está planteada. Personalmente, es algo que no puedo comprender: cómo se pueden tirar piedras así contra tu propio tejado. Es algo completamente absurdo. Ah, las contradicciones humanas. Son infinitas. El género humano nunca dejará de sorprendernos. Nos pongamos como nos pongamos.  O como dice mi tía Maru, ante el machismo de algunas mujeres (que también existe), tantos sujetadores quemados en aquellos años para acabar así. Pues eso. Siempre nos quedarán las tías Maru. Afortunadamente.
A todo esto: Felicidades, padre. Otro 19 de marzo en nuestras vidas. Que sí, que ya lo sé, que todo es un invento de los grandes almacenes (como tú mismo dirías) y tal. Pero vamos a celebrarlo. Que hoy estamos aquí y mañana quién sabe.

 

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