miércoles, 25 de marzo de 2015

Vivir en los cafés

A las personas que nos gusta vivir en los cafés, siempre tenemos uno favorito. O quizá más de uno, dependiendo del rincón de la ciudad o de la propia ciudad. Uno de esos cafés, en Oviedo, por los alrededores de nuestra casa, es La Bodeguilla, que acaba de cerrar sus puertas por cambio de dirección. Un pena. Herminio y Alejandro han llevado con oficio, sabiduría y afecto por sus clientes durante algo más de dos años el negocio. Antes, Asmaan, la impresionante mujer negra de la que he escrito por aquí en más de una ocasión y que casi nunca se perdía las presentaciones de mis libros, también hizo lo propio. Me gustaba sentarme en la terraza de ese local, pedir un café o un vino y leer, anotar cosas en el cuaderno, ver a la gente pasar, charlar con Íñigo, con mi hermana, con mi madre o con algún amigo o amiga con los que hubiese quedado. ¡Cuántas conversaciones en esa terraza! Penas y alegrías, expectativas y desilusiones, planes y proyectos, momentos de risas y momentos de menos risas, conversaciones serias y conversaciones superfluas. A las personas que nos gusta vivir en los cafés, nos gusta todo eso. La magia de la calle, el palpitar de la ciudad (tan diferente dependiendo de la hora o de la propia ciudad), el aire que despeja nuestras cabezas y hace más pequeños los problemas. Tomar lentamente una copa al atardecer, un café apresurado antes de ir a  la radio para hablar de libros o antes de ir la cita con no sé quién para ver si tiene un hueco en su librería para ti (nunca lo hay). La vida. Las cosas con las que vamos llenando las horas. Los quehaceres que nos mantienen ocupados para divertirnos o para no desequilibrarnos del todo. Siempre ahí, en los cafés. En La Bodeguilla, sin ir más lejos.   
En esta ocasión, a diferencia de tantos locales que están cerrando sus puertas, no todo está perdido: es un cierre por un cambio de dirección. No siempre ocurre eso. Malos tiempos para todo: no vamos a repetirnos. Hay una esperanza, en esta ocasión, para que las cosas, siendo diferentes, vuelvan a ser parecidas. Veremos. Todos sabemos la importancia que tiene para los que nos gusta vivir en los cafés la persona responsable de los mismos. Una sonrisa, una palabra o un gesto adecuados, un detalle: todo eso importa, y mucho. ¡A cuántos locales hemos decidido no volver por un mal gesto, una palabra poco adecuada o una sonrisa que no llegó a tiempo! Se podría elaborar una cara B con todos ellos. Y no sólo hablo de cafés... Pero no merece la pena, ciertamente. Mejor centrarse en lo positivo, en los buenos ratos que hemos pasado en La Bodeguilla, en los que posiblemente pasaremos. Vamos a ver.
Hablando de cafés, hoy estaré en otro café emblemático de esta provincia, el Lord Byron, en Avilés. Estaré con el club de lectura "Café entre libros", invitado por la escritora Cristina Muñiz, hablando de mi última novela, `La mujer de al lado´, y de lo que vaya surgiendo. Hablando de libros, como siempre. Del Lord Byron tengo también algunos buenos recuerdos, siempre relacionados con las numerosas veces que fui a ver obras de teatro al Palacio Valdés, justo al lado. Asociaré siempre ese café o ese vino rápido tomado en la barra a la emoción que me invade minutos antes de entrar en un teatro. Tantos viajes a esa ciudad, Avilés, para ver obras de teatro. El cine, hablaba el otro día con Fernando Marías (vuelvo a recomendar su premiada novela, ' La isla del padre´), nos salvó la vida. El teatro, añadiría ahora, también.
Nos vemos esta tarde, a las siete, en el Lord Byron, si queréis. La vida, quizá más que nunca y a pesar de tantas cosas, sigue pasando por los cafés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario