miércoles, 20 de febrero de 2013

Yo también tuve un troll

Lo más terrible de todo este asunto de las intervenciones de las estupendas Maribel Verdú y Candela Peña en la ceremonia de los Goya, están siendo los comentarios anónimos que la gente va publicando debajo de las noticias sobre el tema que aparecen en los medios digitales. Lo mismo ocurre cuando estos medios realizan entrevistas a personajes relevantes: miedo da lo que la gente va escribiendo debajo en algunas ocasiones. Miedo y asco. Qué fácil es ampararse en el anonimato y ponerse a desbarrar o a isultar directamente. Ah, el anonimato, la falsa identidad. Vivan los valientes. Sé bien de lo que hablo. Llevo casi cuatro años escribiendo en este blog. Llenándolo de todo aquello que más me interesa: libros, músicas, viajes, películas, obras de teatro, mujeres, vivencias, recuerdos, reflexiones, cosas... Y durante todo este tiempo, he recibido comentarios y correos elogiosos sobre el blog y sobre mis libros, cosa que agradezco infinitamente porque a los escritores nos gusta que nos lean, aunque todavía haya alguno por ahí que dice que escribe para sí mismo y que no le importa lo más mínimo que le lean. Tonterías. Poses absurdas. Vanidades mal resueltas. Durante un año y medio, aproximadamente, también apareció en mi vida un troll. Ya sabéis, esa persona que, amparándose en el anonimato o la identidad falsa, te escribe comentarios para tocarte las narices. O, al menos, intentarlo. Como en esta vida, y aún más en estos tiempos que estamos viviendo, hay que echarle sentido del humor a todo, mucho sentido del humor a todo, cuando apareció el troll me dije: mira, tengo un troll, como los escritores más importantes, vamos a celebrarlo (cualquier motivo es bueno para abrir una botella de vino y preparar una cena improvisada, ya se sabe)... Y no le di demasiada importancia al asunto. Seguí escribiendo a mi aire, de los temas que me apetecen, sin pensar en nada ni en nadie más. Pero el troll seguía, erre que erre, puntual con sus mensajes y sus identidades falsas. Con sus chorradas, que, en ocasiones, pretendían ser hirientes. Cuanta más aceptación tenía el texto que había escrito o el éxito de mis libros, más se enfurecía y más estupideces escribía. Hay gente que se crece ante las adversidades. Ése soy yo, ¡qué remedio! Desde pequeño, me tocó ese papel. (Cuando a uno lo empapelan a hostias cuando es un niño por "ser diferente", sabe cómo salir de casi todas: hay corazas imposibles ya de eliminar, lo cual, pese a todo, es una fortuna). Y ahora ya es tarde -me temo- para reclamar otro. Y seguí a lo mío, pese a los miedos que, por entonces, me acechaban. Estaba escribiendo y corrigiendo esa novela que, finalmente, está gustando y recibiendo buenas críticas, pero, en esos momentos, cuando uno está escribiendo, aunque esté satisfecho con el trabajo que está realizando, no las tiene todas consigo, sobre todo tratándose de una novela tan arriesgada como la que me traía entre manos. Para más inri, Íñigo y yo nos habíamos quedado sin trabajo: con todas las incertidumbres que eso acarrea. El troll seguía y seguía, ya digo: casi año y medio dando la matraca, qué pesadez, ni gracia tenía, el pobre... Pensé en unas personas y otras, tampoco es que tenga enemigos (creo). Habrá gente a la que le guste más o menos mi trabajo, nunca se le puede gustar a todo el mundo, eso está claro. Ni como persona ni como escritor. Es lo que hay. Hasta que un buen día, ay, el troll se descubrió, sin querer, a sí mismo. Y aquí ya no valen sonrisas, ni celebraciones. La sonrisa se nos congeló y se volvió amarga. No hubo lugar para la celebración. La historia es tan triste y absurda que, ni aunque la contara, os la creeríais. No recuerdo ahora qué director de cine dijo aquello de que la realidad hay que transformarla siempre para que resulte verosímil. Pues eso. La realidad es tan cruda que nadie se la creería. O quizá sí. Quizá algunos se la creerían mejor que yo, que sigo sin creérmela del todo, a qué engañarnos.

3 comentarios:

  1. Estoy flipando, ¿se descubrió él mismo? La envidia es muy mala y en este país peor. Es el pecado capital más socorrido y yo sinceramente, no lo entiendo.

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  2. Ay Ovidio, es que un troll como el del Ramito de violetas de Cecilia, pocas veces existe. Tú sigue llenando este blog de algo importantísimo para quienes te leemos: Ovidio Parades.

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