martes, 27 de noviembre de 2012

Resistir, después de todo

Es un lunes, cualquier lunes, pero podría ser un día cualquiera de un otoño que se enreda definitivamente ya en el invierno. La barrita de incienso que hace rato has encendido se está consumiendo casi por completo, pero su olor aún se esparce por la habitación. No te percatas demasiado en la música que suena desde Radio Clásica: está ahí, como casi siempre, acompañando lecturas o escritos. O momentos en los que no hay lecturas ni escritos. Sólo instantes en los que, abandonados el libro o el lápiz, te detienes a pensar. O a contemplar algo. Como ahora mismo. Sí, ahora mismo. Miras la lluvia. Al otro lado de la ventana, la lluvia que cae con fuerza, retumbando en el suelo, golpeando los cristales. Miras la lluvia y, de pronto, no piensas en nada. Es una sensación curiosa. Como si te disolvieses en ese paisaje. Todos los estados de ánimo, todos, altos y bajos, se quedan atrás. La mirada sólo se concentra en eso, en las gruesas gotas que, entremezcladas, conforman una extraña danza. Guarecerse de la lluvia, piensas en esa frase. ¿Acaso no sea la lluvia un refugio en sí mismo? Hay cosas que dan más miedo, mucho más miedo que la lluvia. De repente, vienen algunas de esas cosas a la cabeza y tu pensamiento las aparta con la violencia de un manotazo. Pensar que hoy es lunes, que el otoño ya está enredado en el invierno, y de la continuidad del viaje, por espinoso que sea, ya hablaremos cuando se presente. De momento, estamos aquí, al otro lado de la lluvia, contemplándola. Es un momento sosegado. Uno de esos momentos a los que hay que agarrarse y no dejar escapar. Sigues contemplando la lluvia y, deshaciendo el blanco en el que estaba sumida la mente por unos instantes, empiezas a recordar algunos de los poemas que acabas de leer. Apenas un puñado de poemas que reflejan todas las cosas del mundo. Buena parte de ellas al menos, aquellas que más nos importan. Las que van dejando huella. Dejas de mirar la lluvia y coges de nuevo el libro, "El síndrome de Kalashnikov", de Natalia Menéndez. Uno de esos libros, intuyes, que pronto empezará a estar manoseado de tanto recurrir a él. Lees en voz alta, ahora sí. Lees para que te escuche quien te acompaña en el viaje. Y escucha. "Arañar con los ojos en blanco,/ remover la tierra,/ despegar de la piel los granos de arena/ que ya no nos pesan,/ saltar el foso y/ amortiguar la caída con copas y abrazos./ Resistir, después de todo". No sobra ni una palabra, ni se necesitan más. No sólo en este poema: también en el resto del libro. Despojada de todo artificio, esa voz, la de Natalia Menéndez, se ha presentado esta tarde en la casa, entre la resaca feliz de estos últimos días y alguna que otra decepción (es inevitable). Y de repente, esa voz poderosa lo ha llenado todo y le ha dado sentido al sinsentido de los lunes. (Al sinsentido en el que a ratos, sea lunes o cualquier otro día, se convierte todo esto: lo raro que sigue siendo vivir). Como la voz que escucha, que me está escuchando de nuevo, le da sentido al viaje. "Si tuviera que salvar algo del invierno,/ nos salvaría a los dos por estrechos pasillos,/ la ciudad gris y sus parques,/ aquel bar abierto de madrugada,/ el frío industrial y los poemas a medio escribir,/ bajo una luna afilada en cualquier parte". Sigue lloviendo, sí, y no sé si la lluvia querrá o no protegernos de tantas cosas (ni me importa demasiado, para qué engañarnos). Mientras tanto, lo hacen las palabras (palabras que perdurarán en el tiempo y que recomiendo con fervor no perderse) de Natalia Menéndez. Su sencilla y honda manera de dejar rastro.

3 comentarios:

  1. Querido Ovidio, resistir no sría posible sin algo fundamentalmente importante: querer hacerlo y tener esperanza. Hemos salido de otras peores, tú, yo, todos, pero puestos a salvar, salvemos también la capacidad de reinventarse, los principios fundamentales, y los corazones de los amigos, sin ellos no somos nadie. Un abrazo, maestro.

    ResponderEliminar
  2. Hace muy poquito que he tenido la suerte de descubrir tu blog. Me parece una joyita. Tanto es así, que además de enlazarlo a mi propio blog, me he permitido colgar esta entrada en el mismo, y compartirla con mis amigos. Me identifico tanto con ella.....¡Cómo me gustaría saber expresar asi! Enhorabuena.

    ResponderEliminar
  3. Madre, qué lejos y qué cerca queda esta entrada ya. Qué vértigo el tiempo que no nos da tregua ni resuello.

    ResponderEliminar