domingo, 8 de julio de 2012

Una vida inesperada

Voy a hablar de "Una vida inesperada", una de las mejores novelas de Soledad Puértolas. Publicada en 1997, en Anagrama, como el resto de su obra, narra la vida de una mujer de la que nunca llegamos a conocer el nombre que hace balance de su vida. No es un balance premeditado, sino que es algo que surge al aparecer de nuevo en su vida Olga Francines, una antigua amiga a la que cree ver una mañana cualquiera de sábado mientras hace los recados por las tiendas del barrio. Así arranca la novela. El amor, las amistades, las enfermedades, los trabajos, las ideologías políticas... El peso de la vida, como dice ella misma en un determinado momento de la narración. Esa vida, en sus propias palabras dirigidas a su amiga Olga, que a veces pesa más que la muerte. "¡Cómo pesa la vida, Olga! Más que la muerte", dice textualmente. Para luchar contra ese peso, contra esas veces en las que la vida se nos vuelve cuesta arriba, ella acude a la piscina con frecuencia. Deslizarse por las aguas es la manera que ella encuentra para liberarse, para librarse durante un rato del peso del mundo, de las obligaciones, de los cargos -a ratos excesivos- de la propia vida. Allí, en el agua, todos los problemas desaparecen. Huyen. Allí, en una piscina u otra, desaparecen por completo. Algunos de esos párrafos, los referidos a sus visitas a la piscina, son de los más hermosos de la narración. En la piscina, ya digo, los problemas que vienen propiciados por el amor, los diferentes amores, las amistades, el miedo que conlleva el hecho de ser madre, el tiempo perdido o el tiempo que se escapa, desaparecen de inmediato. También los problemas que acarrea el trabajo, los diferentes trabajos o su ausencia, la ausencia de trabajo. Ahora, mientras rememora, nuestra protagonista trabaja en una Biblioteca, y eso la vincula al mundo y la ayuda a mantener la mente ocupada. No fue fácil encontrar ese trabajo. No es fácil rememorar ese tiempo en el que pasaba las horas de un lado a otro buscando, sin éxito, trabajo. Muchísimos esfuerzo, muchísimo tiempo para encontrarlo, pero, ahora, el hallazgo ha merecido la pena. Ella bien lo sabe. Como también sabe que nadie regala nada. Por eso, en esa Biblioteca, se siente una afortunada, una privilegiada. La vida, con ese trabajo, pesa algo menos, merece más la pena. Aunque donde menos pesa es ahí, en la piscina, donde su cuerpo se desliza elegantemente por las aguas. Narrar y nadar. Esas son dos de las cosas que más le gustan a la propia Soledad Puértolas, como ha reconocido en numerosas ocasiones. Y que aquí cede a su personaje. Es habitual reconocer en la narrativa de Puértolas rasgos de su biografía. Detalles, instantes, momentos reales -o aparentemente reales- que se mezclan con otros de ficción, inventados. Ahí está parte de la magia de su prosa. Del lenguaje que ella domina con magisterio. Es difícil, en ocasiones, encontrar la palabra exacta, pero ella, Soledad, siempre la encuentra. La palabra exacta, sí, directa, despojada de todo artificio. Una vez más, en esta novela que hoy recomiendo vivamente, "Una vida inesperada". Se ha hablado en numerosas ocasiones de la influencia de Virginia Woolf en la obra puertoliana, y quizá, sí, sea en esta novela donde más presentes están las huella de la escritora inglesa. El eco, aún tan vigente, de aquella voz.

1 comentario:

  1. Hay tardes, como la de hoy, domingo, que todo carece de sentido. Entonces, de pronto, conectas con Internet y encuentras una recomendación literaria como la que aquí se hace, por ejemplo. De repente, las cosas comienzas a tomar forma, los minutos a saberse bien empleados y la búsqueda se pone en funcionamiento. Hay tardes, como la de hoy, domingo, que las cosas nunca son lo que parecen, aunque irremediablemnte parecen ser lo que son.

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