domingo, 26 de octubre de 2025

Anne Tyler

Anne Tyler nunca defrauda. Unos libros me gustan más que otros, como es natural, y como pasa con todos los escritores a los que sigues habitualmente. Esa delicadeza y minuciosidad narrando lo cotidiano me interesa mucho. Creo que 'Tres días de junio', aunque todavía no la he terminado, ya es una de mis favoritas. No logro entender que esta escritora no tenga más reconocimiento, más premios. En fin. Lo complicado de los entresijos literarios, que ya aburre a las piedras.

sábado, 25 de octubre de 2025

Opinión sobre mi último libro

Meli Suárez Pidal, gran lectora, es una de las primeras personas en comprar mis libros y reseñarlos. Algo que, como entenderéis, aparte de la ilusión lógica, agradezco enormemente. Esto es lo que ha escrito sobre 'Frances Farmer no murió en Seattle': 


"Terminé ahora este libro de relatos que bien podía ser una novela coral de 24 mujeres, que sufren, aman, recuerdan, y que, gracias a Ovidio, no caerán en el olvido.
Como en todos sus libros se nota su sello personal, su estilo. Se le reconoce por la empatía con las mujeres, por su forma de reflexionar sobre la memoria, la existencia, la pérdida, la identidad.
Es un libro muy cinematográfico, ahí está su gusto por el cine, por la música, el teatro, todas esas cosas que llenan nuestros vacíos. Ovidio tiene esa maravillosa forma de relatar lo cotidiano, con una sensibilidad llena de símbolos, viajes, miradas, copas y cigarrillos. Todo lo necesario para escapar de la oscuridad, como quería Frances Farmer, como quería Esther, como quería Rosa..., huir de las incertidumbres, del miedo, del desamparo. El mundo necesita muchas Margaritas para ayudar a no sentirnos tan vulnerables.
Gracias, Ovidio, por ese modo de mirar tan especial".

viernes, 24 de octubre de 2025

24 de octubre. Día de las bibliotecas

La biblioteca como una manera de aislarse del resto del mundo. Ir a cualquier ciudad y buscar la biblioteca pública, encontrar en ella uno de los modos con los que definir a esa ciudad. Hacerte una foto delante de esa biblioteca que es idéntica a todas las demás y a la vez tan diferente. No hay dos bibliotecas iguales como no hay dos tardes iguales dentro de la misma biblioteca. Levantar la cabeza de tu libro o de tu cuaderno y hallar las cabezas de esos dos jóvenes que comparten apuntes y los primeros enamoramientos. Levantar la cabeza del libro o del cuaderno, muchos años después, y descubrir que esos jóvenes, como tú mismo, peinan canas y luchan contra la desilusión de estos tiempos concentrados en sus libros o en sus apuntes. Escribir muchas de tus historias ahí, en la biblioteca de tu ciudad. Respirar ese olor a libros acumulados. Sentir las piernas cansadas y el alma inquieta. Pasar la mañana o la tarde en una biblioteca: escribiendo, leyendo, estudiando, buscando inspiración o encontrando hallazgos inesperados. La biblioteca, sí, como un refugio, como una guarida. Esa forma de evadirse de los problemas, de los sinsabores. De ver, detrás del cristal, aferrado a tu libro o a tu cuaderno, cómo la vida va pasando alrededor, cuando ya sólo cuentan las cosas importantes. El día de las bibliotecas, que en realidad, para algunos, son todos los días.

domingo, 19 de octubre de 2025

Treinta años

Treinta años. Han pasado treinta años. Mi hermana y yo estábamos en mi habitación escuchando los Oscar por la Cadena Ser. La pantalla de la tele aparecía con múltiples rayas. O sea, no se veía nada. Nada de nada. La televisión pública, a tomar vientos. Quién sabe las razones. Nosotros, mi hermana y yo, éramos los perjudicados. Sobre todo, yo, que siempre fui el más cinéfilo, fanático o como queráis llamarlo. Jessica Lange, diosa máxima entonces y ahora, rayas y más rayas, ganaba el premio a la mejor actriz por 'Blue Sky', película que vería semanas más tarde en los cines Hollywood de Gijón con mi amigo Chus, sesión nocturna. ¿Dónde están los cines Hollywood? Desaparecidos. ¿Dónde está mi amigo Chus? Quién sabe. ¿Dónde está Jessica Lange? Cumpliendo los mismos años que hubiese cumplido mi madre este año, cosecha del 49, como suele decirse. Setenta y seis años. También como Sigourney Weaver. Todo ese recorrido. Chus, Jessica, Sigourney, mamá. Esta noche, quién sabe las razones (las sé, qué demonios), las recuerdo. Chus, Jessica, Sigourney, mamá. Las rayas de aquella tele. El premio en las manos de la gran actriz. Lo que aprendí de mi amigo. Lo que añoro a mi madre. Todo aquel tiempo. Todo este tiempo. Treinta años. Se dice pronto. Se dice.

domingo, 12 de octubre de 2025

Adiós, Keaton

Annie Hall es un personaje icónico, inolvidable. Todo el mundo está de acuerdo. A ello contribuyeron el talento de Woody Allen y el de Diane Keaton. Talentos que continuaron intactos, aunque los personajes de Keaton no alcanzaran ese elevado nivel icónico, en 'Interiores' y 'Misterioso asesinato en Manhattan', dos cumbres, cada una en su estilo, del cine de Allen. Estuvo muy bien con Coppola y con Beatty, en 'La habitación de Marvin' y en esas comedias donde Keaton transmitía esa complicidad que la hacía única. Gran cómica, gran payasa, que se reía de todo, incluida ella misma. Pero para mí, incluso por encima del personaje de Annie Hall y todo su lado icónico, el mejor papel de su carrera fue el de Theresa Dunn en 'Buscando al Sr. Goodbar', de Richard Brooks. Aquella mujer desvalida pero con una fuerza descomunal que se enfrentaba a su propia existencia como mejor podía, como mejor sabía. Theresa de día y Theresa de noche, por resumir fácilmente. Theresa, de día o de noche, perdida en una sociedad salvaje, cruel, despiadada, brutal, asfixiante. Aunque la película es de 1977, la sociedad (hoy más que nunca, me temo) continúa acompañada de los mismos adjetivos. Theresa, de día o de noche, agarrándose como podía a la vida que le había tocado en suerte. Ahí está, para mí, la inmensa Keaton. La Keaton, incluso sin Oscar ni nominación (lo ganó por 'Annie Hall'), que pasará a la historia por su impecable y arriesgada interpretación. La Keaton, de noche, sentada a la barra de aquellos tugurios. Impagable. 

Eso sí: nadie conseguirá lucir un sombrero como Annie. Ni una sonrisa tan sincera como la de la Keaton. En eso, creo, volvemos a estar de acuerdo. 

jueves, 2 de octubre de 2025

Maribel Verdú cumple 55 años

A Maribel Verdú los años le han otorgado belleza a la belleza. Una serenidad. Un poso. Un toque de distinción. Y todo eso, como es natural, también se ha sumado a su manera de interpretar.  Sin palabras, con una mirada, la Verdú te clava la escena. Transmite todo lo que uno se imagina que está en el papel y también lo que no está. Frío, seducción, amor, odio, hartazgo, vulnerabilidad, desamparo. Lo que sea. Ahí está su mirada. Y, a través de ella, nuestra emoción. Eso que les pasa a las grandes actrices. A las grandes de verdad. La MacLaine, la Maura, la Espert, la Huppert... Y como ellas, aunque pueda tener películas mejores o peores, siempre está perfecta. Drama, comedia, tragicomedia, misterio... La Verdú domina todos los registros. Verla en teatro, a escasos metros de ti, supone uno de los grandes placeres de la vida. Ese torrente de emociones. De la risa a los ojos nebulosos. Ese tránsito complicado que la Verdú domina a la perfección. Maribel cumple hoy 55 años. Los que rondamos esa edad, año arriba o abajo, hemos ido creciendo con ella. Sin perdernos ni uno solo de sus trabajos. Llegados a este punto, solo cabe pedir que sigamos así, admirándola, sintiéndola cerca, deseándole lo mejor en este día y en los días que vendrán. Felicidades, Maribel. 

sábado, 27 de septiembre de 2025

Maspalomas

Llevo varios días intrigado leyendo algunos comentarios sobre los primeros minutos de la película 'Maspalomas'. Que si radicales, sexo explícito, y en este plan. Ayer fui a ver la película. Obviamente, interesado por la historia que cuenta: un hombre homosexual de 75 años que, tras veinte años fuera del armario, tiene que regresar a él después de sufrir un ictus. Tema peliagudo. Si ya es complicado ingresar en un espacio desconocido y compartir intimidad con unos compañeros a los que no conoces de nada, la cosa se agrava al tener que hablar claro sobre tus verdaderos sentimientos. Los primeros minutos "radicales" se refieren a dos hombres desnudos y a otros manteniendo sexo, muy lejos del porno y del sexo explícito, que nadie se asuste. Todo tratado con delicadeza, pero con determinación: sirven esas escenas para mostrar la libertad con la que vive el personaje su sexualidad antes de caer enfermo. Lo que viene después es lo que importa: cómo el miedo se apodera de este hombre de 75 años. Algo, y más ante los tiempos que estamos viviendo, perfectamente comprensible. La evolución del personaje, genialmente interpretado por José Ramón Soroiz (espero que se lleve el premio de San Sebastián y todos los de este año), es lo que cuenta. Cómo se bloquea (el miedo siempre es paralizante, ninguna novedad), cómo evoluciona, cómo reacciona. Ahí está el meollo de esta historia que José María Goenaga y Aitor Arregi han tenido el acierto de contar. ¿Qué hacer ante esa tesitura? Seguro que muchas personas han pasado por situaciones similares o se lo están preguntando ahora mismo. La película es realista, sincera, no esconde ningún as bajo la manga. El problema sigue estando ahí. Para hombres, para mujeres, para la sociedad entera. La película te enfrenta a todo ello: sin tapujos. (Pequeño spoiler, quizá). Tengas la sexualidad que tengas, este espejo te refleja y te terminará obligando a posicionarte en uno de los bandos: al lado de los que llaman "mariposón" a uno de los cuidadores o al otro lado. La vida misma. Ayer, hoy, mañana y pasado mañana. Tiene, para redondear y con la ayuda de Franco Battiato, uno de los finales más hermosos que recuerdo haber visto últimamente.