sábado, 3 de septiembre de 2022

Buena suerte, Leo Grande

Ser atrevido (o atrevida, en este caso, ya que la película está dirigida por una mujer) no es mostrar un cuerpo desnudo. No importa que sea masculino o femenino: aquí se muestran ambos con naturalidad. Y esa naturalidad se agradece, dicho sea de paso, pero no es suficiente. Ser atrevido (atrevida) consiste en profundizar, introducirse en lo complejo, arriesgar. Y esta película, con elementos para hacerlo (mujer de más de 60 años que no ha tenido un orgasmo en su vida, prostitución masculina, matrimonio fallido, hija un tanto a la deriva...), no arriesga. Se queda en la superficie. Está entretenida, es correcta, sin más. No hay carne en el asador, crudeza, realismo. Sesenta años sin un orgasmo, qué lleva a ese chico a la prostitución (y todo ese sórdido mundo), por qué una mujer inteligente y con independencia económica aguanta a un cretino como marido durante más de treinta años, qué hay detrás de esa hija inestable... Incluso se podía ahondar en la historia de esa camarera que aparece al final. Todo eso queda en el aire. Tal vez la escena del desnudo de Emma Thompson sea lo mejor de la función: por su simbolismo, lejos de morbos baratos. Pero no es suficiente. El texto -ojalá alguien se atreva a hincarle el diente con la garra necesaria para las tablas- daba para mucho más. Un sí pero no. Una pena. 

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