martes, 5 de julio de 2022

Supermercado

Hay días en los que, por diversas razones, acercarse al supermercado a comprar algunas cosas imprescindibles se hace demasiado cuesta arriba. Escoger productos, seleccionar ofertas, aguantar (aunque la comprenda) la cara de mala hostia de la cajera, esquivar al viejo de turno que se quiere colar con todo el descaro del mundo. "Disculpe, pero voy yo". Te sale la voz de Richard Burton recién despertado, después de una noche de farra con bourbon y la Taylor. El viejo masculla algo (ni caso), pero se mantiene en su sitio. 

-Vayan pasando en orden por la caja dos. 
Líos de cestas, que si usted que si yo, ya estoy al margen de todo eso.
La nueva cajera me saluda amablemente. Tiene tanto brío que me agota. Huele a tabaco y a café. 
Las cajeras de los supermercados, con brío o mala hostia, se merecen un relato. Anotación mental. 
-No, gracias, no necesito bolsa. 
Necesito un cigarro y un café, como tú. Y salir de aquí lo antes posible. 
-Siguiente. SIGUIENTE. 
-Que si quiere bolsa -vocifera la cajera. 
Es lo último que escucho a mis espaldas. 
Pienso, mientras dejo las bolsas en un banco y enciendo un cigarrillo, que hay días en los que comprar una lata de atún se vuelve más complicado que detener la guerra de los Rose. 









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