De adolescente, aunque ya escribía algunas cosas, quería ser director de cine. "Ponte a estudiar y quítate esos pájaros de la cabeza", sentenció un día mi padre tras escucharme hablar del asunto. Hoy he soñado con ello, con dirigir una película, como un regalo tardío y fantasmagórico de la noche de reyes. En el sueño, me veía con la edad y el aspecto actuales. Rodaba el principio de la película. Sólo eso. Lo rodaba varias veces. Se trataba del comienzo de la historia. Tres actrices -Faye Danaway, Bette Davis y Joan Crawford, vestidas elegantemente y con la edad que tendrían en los 70- tenían que subir unas escaleras, mover un telón y salir a un escenario. Muy Cassavetes, ya. Detrás de ellas, aparecían otras tres (¿'Tres mujeres altas', de Edward Albee?): Elizabeth Taylor, Audrey Hepburn y una jovencísima Victoria Abril. Aunque se las veía a todas en esa secuencia repetida numerosas veces, era Faye, con el pelo recogido y ataviada con una especie de túnica oscura que dejaba sus hombros al descubierto, la encargada de mover aquel pesado telón, tras subir las escaleras, como si moviese una pluma. Y lo hacía, como no podía ser de otro modo, con estilo y elegancia. Al final, todo salía bien. La mano de Faye conseguía el efecto deseado y empezaba algo que en el sueño se quedaba ahí. Bette Davis fumaba como de costumbre y nadie se atrevía a impedírselo.
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