martes, 13 de agosto de 2019

Lo que nos protege del miedo

La vida es un un latido, un pulso, un aullido, una presencia, un olvido. Siendo honestos, como intentamos ser, habría que escribirlo mejor así: muchos latidos, muchos pulsos, muchos aullidos, muchas presencias, muchos olvidos. La vida es también un prólogo y un epílogo. Y todo lo que vamos haciendo (o nos van dejando hacer, que esa es la verdadera historia que nunca nos relatan completa) entre el uno y el otro. La vida es un aquí y ahora, una mirada que fulmina y se va (o se queda y nos pierde: nos pierde un poco más si es posible), una charla, una noche (o mil noches solitarias o en gozosa compañía), una despedida (mil despedidas, claro). La vida es fuego y es tempestad. La vida es, sobre todo, un corazón que palpita, y goza, y sufre, y se detiene finalmente. Y eso, todo eso, es lo que Lauren García va desgranando, poema a poema, en su último libro, 'La muerte de la tristeza', editado primorosamente por Más Madera, con prólogo de José Luis Rey. 
Un entusiasta afán por encontrar la belleza (en la búsqueda está también parte de la aventura, del secreto, de la gloria y, hay que decirlo, del fracaso), por perderse en unos ojos o en una melena, por escribir un puñado de sentimientos que dejan al poeta en estupenda evidencia. La vida es el rastro que dejamos en los demás y el rastro que los demás nos dejan a nosotros. Eso también está presente en este puñado de poemas. Y las noches, y las tabernas, y las calles de esta ciudad o de otras ciudades que conocemos y donde también buscamos cobijo en las palabras, en los besos (reales o imaginarios) y en la copa de vino que nos eleva y nos protege del miedo, que, como aquella parte del relato que nunca nos terminan de contar del todo, también existe. De hecho, cada palabra siempre está escrita contra él, contra el miedo, y sus devastadores efectos. La palabra, por momentos, puede hacernos superiores al miedo. Y eso, entre otras cosas, es lo que ha conseguido Lauren García con este poemario que recomiendo sin vacilar.  
Importantes palabras que llevan implícitos importantes sentimientos. Los que, en definitiva, cuentan. Palabras y sentimientos -hondos- que hacemos nuestros y consiguen separarnos de ese miedo que siempre termina transformándose en abismo. 
  

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