martes, 19 de septiembre de 2017

Días felices

Vengo de la calle. Vengo caminando en dirección contraria a la gente. Me dirijo a casa. La gente, al desfile de América en Asturias (la ciudad está en fiestas). Muchas madres y padres con sus hijos pequeños. Pienso en aquellos años cuando mi madre y mi abuela nos llevaban a mi hermana y a mí a ver el desfile: aquel despliegue de luces, colores y sonidos. (Mi padre estaba trabajando). Pienso en ello y parece que hubiese sucedido hace tan solo unas semanas. No es un recuerdo inventado o distorsionado por el paso del tiempo. Es real. Muy real. Hay veces que la memoria te juega malas pasadas y otras que no te engaña en absoluto. 
Este verano mi madre ha estado muy enferma (va recuperándose poco a poco, como la luchadora nata que es). Y eso hace que toda esta algarabía de gente y de recuerdos me emocione aún más. De repente, soy uno de esos niños que van de la mano de sus madres a ver algo diferente, inusual, muy llamativo. Y durante un rato quiero seguir así, perdido entre la gente que camina en dirección contraria a la mía, reconociendo la felicidad. 

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