miércoles, 8 de febrero de 2017

Revisión

Siento ser pesado con este tema, pero creo que conviene repetirlo. Hoy a mi madre le tocaba revisión con la cardióloga en el hospital. Una de las muchas revisiones que aún tenemos por delante. Son las nueve de la mañana y entrar en aquella consulta es entrar en un lugar cálido, acogedor, luminoso (pese al día), incluso alegre. La doctora nos recibe con su mejores palabras y sonrisas. Mi madre está asustada, apenas ha podido dormir. Normal. Estamos asustados, pero a nosotros nos toca disimular. Le hace una serie de preguntas sobre cómo va, sobre el tratamiento, sobre el día a día, etcétera, y parece como si estuviésemos hablando con una amiga de toda la vida. Esa encantadora mujer, que se llama Laura, no le quita importancia a las cosas, pero sí aligera con su carácter el trámite, la situación, la tensión inicial, el miedo que reflejan nuestros rostros. Nos tranquiliza. Y eso, como muchos sabéis, es tan válido como todo lo demás. Hay que tener cuidado con todo, ser prudentes, eso ya lo sabemos, pero la manera de decirlo nos ayuda a respirar con alivio. La cosas van bien. ¿Que puede volver a repetirse? A todos los que estamos vivos nos puede pasar, dice. Pero no hay que obsesionarse con eso ni con nada. Mi madre sale más contenta de la consulta. Y la verdad es que, aparte de dar las gracias una y otra vez por la sanidad que tenemos, a mí lo que me apetecería antes de abandonar la consulta es darle un efusivo abrazo a Laura. Lo sustituyo por un eufórico agradecimiento y mi mejor sonrisa.   

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