lunes, 22 de julio de 2013

Otro perdedor

Un perdedor. Otro más. La vida está llena de ellos (no hay más que fijarse un poco o acodarse en las barras de determinados bares: la cara B de tantas caras A o de su apariencia, que también puede ser) y las películas, también. Una figura, la del perdedor, (casi) siempre atractiva, que esconde detrás miles de matices, de aristas, de problemas no resueltos y de sueños (posibles o imposibles) por alcanzar. Un perdedor con un talento en este caso, el de cantar como Elvis Presley. El hombre arrastra ese talento por bodas, salas de bingo, antros y otros clubes de mala muerte. Talento desperdigado y muy mal pagado. No lleva una buena vida: todo lo contrario. Y se obsesiona aún más con su cantante favorito, ese al que imita y del que no se cansa de ver una y otra vez sus vídeos, sus películas, sus actuaciones. Así es la vida de este hombre, el protagonista de "El último Elvis", un pequeño remanso en medio de la sequía veraniega de estrenos decentes, un alivio para una tarde de domingo con bochorno y sin sol. La obsesión llegará hasta sus últimas consecuencias. Hasta entonces, de la mano de su protagonista, un magnífico John Mclnerny (imitador también de Elvis en la vida real: por ahí andan colgados sus conciertos en el mítico Luna Park) y su voz prodigiosa, asistimos a una ceremonia de sordidez, soledad, decadencia y, finalmente, locura. A partir de cierto punto no hay retorno posible, escribió Kafka. Nuestro protagonista, atrapado por completo en esa obsesión que lo devorará, traspasa ese punto con creces. No hay retorno posible y quizá sea mejor así. No hay retorno posible y ya está. Lo demás ya no importa. Hay límites que no se pueden bordear simplemente, sino que quien los alcanza está destinado a deslizarse por ellos sin remedio. El espectáculo debe continuar adquiere aquí unas dimensiones trágicas y apabullantes. Asombrosas. Y la vida sigue. Sin más. Con todas esas caras B (reverso de tantas caras A o de su apariencia), acodadas en las barras de los mismos bares, un bochornoso domingo más, un domingo cualquiera, esperando.

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