jueves, 11 de abril de 2013

Sobre la vejez

Soledad Puértolas, en el tramo final de una de sus mejores novelas, "La señora Berg", habló de la decadencia y de la vejez de los padres. Por aquella época, según contó posteriormente ella misma, su madre estaba ya muy delicada y utilizó parte de aquella experiencia para la relación que el protagonista, Mario, tenía con sus padres. Las visitas que les realizaba en su casa, el evidente deterioro, las circunstancias que presagian ya el final. Las enfermedades, la soledad, el aislamiento que sufren algunas personas mayores... He pensado mucho en esto últimamente. Tras el brutal impacto que me produjo la visión de la película "Amor", de Michael Haneke, volví a reflexionar sobre ello. Pese a todo, al dolor y la angustia y la enfermedad que se respira en cada plano de la película (y también el amor, claro), y al tremendo (y liberador) desenlace, aquel matrimonio de ficción (y tantos otros que habrá similares en la realidad y que desconocemos) eran eso, una pareja. Dos personas haciendo el camino -o lo que queda de él- juntos. Con el tiempo transcurrido a sus espaldas. Los recuerdos, las vivencias y todo eso. Hay otros casos, miles de casos, aún más terribles. Los ancianos que se encuentran solos. Todos conocemos algunos ejemplos. Un pariente lejano, una vecina, la tía de una amiga... Personas que, por unas razones u otras, están solas: sin familia (porque no la tienen o porque se han quedado sin ella, o porque no mantienen relaciones), sin amigos (por los motivos que sean: el cansancio o la desgana quizá sea el principal)...
Pienso en todo esto después de leer que Sara Montiel se encontraba muy sola en los últimos años de su vida. No sé si será cierto o no. Lo cierto es que a muchos mitos de la literatura y del cine sí les ocurrió. Cuando el declive profesional entraba en sus vidas, aparecía la soledad. Esos momentos, la mayoría, en los que no aparecían bajo los focos, en las entrevistas, en los platós de televisión, en los estudios de radio o en los encuentros con sus admiradores. María Asquerino, poco antes de morir, así lo reconocía. Y era inevitable recordar entonces su papel en "El mar y el tiempo", el de aquella mujer que se fue quedando tan sola. Y uno siente pena y rabia y tristeza por estas cosas que pasan. Y los mismos sentimientos me asaltan cuando pienso en algunas personas que conozco y que no tienen nada que ver con el mundo del arte o del espectáculo. No es justo, desde luego. "La vejez es una masacre", dijo Esther Tusquets unos meses antes de morir. Supongo que, en cierto modo, lo será. Recuerdo entonces a otras mujeres, ya con algunos años a sus espaldas, que no piensan así, que no se reconocen en la edad que tienen. Conocí a unas cuantas en mis tiempos de librero. O mi amiga la pintora Azucena Ceñal, por ejemplo: siempre llena de optimismo y vitalidad, siempre con ganas de innovar en sus trabajos. Rosa Regás que nos demostró el mes pasado en Oviedo que a los ochenta años se puede estar lleno de proyectos y de vida, y escribir mejor que nunca. Por no hablar de la escritora Dacia Maraini y de tantas otras... Y de tantas mujeres que, también solas, organizan sus vidas y no dejan ni un minuto al desánimo. Me gusta pensar en eso, en la lucha contra el desánimo. Siempre hay motivos para ello: una lectura, una película, un paseo, la charla con un desconocido... Y hablarle de ellas, de esas mujeres, y de la lucha contra el desánimo, a mi madre, cuando algunos días los paseos se vuelven un poco más duros por su enfermedad. Creo que, al hacerlo, espantamos muchas cosas y atrapamos la luz de estos días.

2 comentarios:

  1. Preciosa la frase "lucha contra el desánimo", sin embargo, a veces, cuando éste llega, es tan difícil de espantar. Otro de los grandes motivos que hay para luchar contra él, son los amigos, Sin ellos, la razón de existir se volvería absolutamente oscura.

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  2. Quizás la clave está en separar vejez de decrepitud. Existe una vejez exitosa, exenta de enfermedad y demencia y otra en la que la dependencia y el deterioro cognitivo puede llegar a hacer que dejemos de reconocer a la persona que habita ese cuerpo que se ha ido consumiendo. Si consiguiésemos retrasas esa decrepitud y reducir la demencia quizás el enfrentamiento con la vejez sería muy diferente. Y dirijo un portal de internet sobre atención a ancianos en residencias geriátricas Inforesidencias.com, actividad que compatiibilizo con la impartición de clases y conferencias y veo esas dos realidades contradictorias cada día. Saludos y felicidades por este bello post.

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