lunes, 8 de abril de 2013

Sara Montiel

La madre y el niño veían en la televisión las películas de aquella mujer bellísima, deslumbrante. Sara Montiel. Con el tiempo, el niño descubriría que sólo otros dos rostros del cine podían compararse con aquel. Los de Elizabeth Taylor y Ava Gardner. Las películas, básicamente, eran unos dramas tremendos. Excesivos, en ocasiones. No importaba. Lo único que importaba era ella: su manera de moverse, de hablar, de cantar, de entornar los ojos, de fumar... Su brutal sensualidad. Todo en ella llamaba poderosamente la atención. Nunca podías apartar la mirada de su figura, de su boca, de sus pechos, de sus manos, de sus ojos... Interpretase el papel que interpretase: La mujer redimida, la mujer con un turbio pasado, la mujer de rompe y rasga, la mujer que se enamoraba, la mujer que se metía a monja... Era salvajemente hermosa y la cámara la adoraba. El tiempo la terminó por convertir en un mito. La puso en su lugar mucho antes de que se muriese, afortunadamente. Hizo muchas películas hasta que se retiró por decisión propia cuando llegó el cine del destape. Ni siquiera Pedro Almodóvar, que la admiraba profundamente, logró que volviese a hacer películas. Grabó discos. Realizó numerosos espectáculos en directo, de teatro en teatro. Tuvo premios importantes, pero nunca recibió un Goya de Honor ni un Premio Donostia. El público de los años 50 la adoraba. Y el de los 60, y los 70... Su presencia era glamour asegurado en aquella España tan gris y tan triste. Su actitud, su libertad, su posición vital. Hablaba siempre sin tapujos. El público la siguió adorando hasta el final. Un público amplio que abarcaba varias generaciones. Tenía, fuera de la pantalla, aquella aureola de estrella que también poseía la Taylor. Y en la gente, su vida privada, despertaba el mismo interés. Aunque fuese un poco más sosegada. Pasó de ser Sarita Montiel a Saritísima. Y con eso está dicho todo. Míticas son sus fotografías desnuda, en diferentes etapas de su vida. Era una verdadera estrella. De las que ya no existen. Hoy nos ha dejado y yo recuerdo aquellas tardes, viendo sus películas con mi madre, después del colegio. Y buscándola, también con mi madre, al final de la playa de San Juan, en Alicante, donde decían que muchas veces tomaba el sol en top-less. Pero eso ya lo he contado en mi novela. Sarita, Sara, Saritísima, seguirá ocupando el lugar que ya ocupaba en el Olimpo de las divas. De las mujeres eternas. Donde a los cuatro años ella soñaba con estar y donde se merece estar. Una leyenda. Y pocas veces se escriben de un modo tan acertado estas palabras.

2 comentarios:

  1. Pues si: hoy muere el mito y nace la leyenda. ¿Quién no se ha quedado enganchado a la pantalla de la televisión o del cine con la sensualidad, como tú bien describes, de aquella espectacular mujer?

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  2. Los "tres animales más bellos del mundo"...

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