jueves, 10 de enero de 2013

Refugios

Cerrar la puerta y escuchar sólo una cosa, la música. Al otro lado de esa puerta, está la calle que hoy no quiero pisar, el frío intenso, lo inhóspito, los labios que susurrarán palabras machaconas que no aportan soluciones y que no quiero escuchar. Aquí, escribiendo y leyendo, estoy bien. El tiempo parece detenerse. Se detiene. Los trenes pasan por el cielo en forma de nubes lentas y pesadas. Muy pesadas. Y todo indica que la tormenta llegará más pronto de lo esperado. Aquí, sí, estamos mejor, los tres. Me gustaría tener la paciencia que tenía hace unos años y recortar fotografías de las revistas y los periódicos, hacer una especie de collages con ellas. Actrices, escritoras, pintoras, cantantes... Fotografías en color y en blanco y negro. Recortar primorosamente sus siluetas, sacarlas de los rodajes o de las fiestas o de las terrazas o de las bibliotecas o de sus habitaciones de trabajo, y colocarlas unas al lado de las otras, como hacía antes, hace muchos años, en álbumes que aún conservo en casa de mis padres. Pequeños pósters, postales antiguas, programas de mano del teatro, entradas de cine... Todo servía. Crear un mundo. Un mundo aparte, aislado del resto, aunque sólo sea por unas horas. Crearlo con lo que a ti te apetezca. Y saber que está ahí, para cuando lo necesites. Nada más. El ruido está afuera. Los problemas y el viento que azota los cristales, también. Por no hablar del frío: en todos los sentidos. Francesca va y viene, intenta subirse a la manta que cubre mis piernas y protesta cuando descubre el ordenador sobre ellas. Se sienta en uno de los brazos del sofá y observa. En silencio. Observa el movimiento de mis dedos sobre el teclado y escucha la música clásica. Se le cierran los ojos de cuando en cuando y si le pasas la mano por encima del lomo, los abre y maúlla suavemente en señal de agradecimiento. Sobre la mesa está la última novela de Elena Ferrante, "La amiga estupenda", una de las pocas novedades que, a día de hoy, se pueden adquirir en la biblioteca pública del Fontán, donde tantas tardes y mañanas transcurrió mi vida. Dos amigas desde muy jóvenes. La novela cuenta la historia de esa amistad, las correrías por las calles de Nápoles, el conocimiento del mundo, de las otras vidas que las rodean... Me gusta el estilo implacable de la Ferrante (que me recuerda más a la Ginzburg que a la Morante), de quien, a excepción de una novela, he leído todo lo que se ha publicado suyo en castellano. Ah, la amistad. Cuántas páginas de literatura sobre el tema. Cuántas cosas podríamos escribir cada uno de nosotros sobre ella. La amistad es otro de esos temas literarios y cinematográficos que más me interesan. Al hilo de ello, recuerdo ahora "Nubosidad variable", de Carmen Martín Gaite, quizá su mejor novela. ¡Cuántas veces la habré leído! Un día de estos volveré a hacerlo. O "Entre amigas", de Laura Freixas, otra de mis escritoras favoritas. De Laura, precisamente, son dos espléndidas recopilaciones, "Madres e hijas" y "Cuentos de amigas", con algunas de las autoras más importates de este país. No creo que termine la jornada de hoy, sin leer alguno de esos cuentos. Literatura que reconforta. Que hace olvidar algunas heridas, algunas incertidumbres, aunque sea por unos momentos, los que dura su lectura. El refugio de la literatura, siempre cerca, siempre al alcance. Como debe ser. Como en este día, más triste que melancólico, más extraño que otra cosa, que hace prever un nuevo comienzo, una huida, una brecha... Ese algo que se tambalea y que no sé muy bien cómo detener. Ni hacia qué lugar nos llevará.

5 comentarios:

  1. Pues hoy yo también estoy refugiada, por otros motivos, por otras heridas. Estoy al amparo de la lectura de Como posos de café, un libro de Isabel Morales Trillo. La música, esta vez no es clásica, sino una selección que yo misma he hecho. Ambas cosas, literatura y música, con el único fin de no abrir más la brecha de la melancolía, de la decepción, de la soledad...

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    1. Mayte, espero que el rítmo envolvente de Manolita te acompañe con sus gotas de mar, sus palabras de memoria y ese caminar cadencioso hacia delante.
      Gracias.

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    2. Ovido, gracias a este blog buscaré tus novelas que ya estoy tardando en leer. Muy sugerentes tus entradas.
      Coincido especialmente contigo en la lectura de Carmen Martín Gaite, regozaré con El cuento de nunca acabar.
      Gracias por el disfrute de estas lecturas inesperadas.

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  2. Ovidio, gracias por mencionar mis libros. A Elena Ferrante no la he leído, de hcho de literatura italiana sé poquísimo. En cambio lo que escribes me recuerda, no por el estilo sino por lo que expresas, ese placer en refugiarse en casa y ese exterior percibido como hostil, a una autora inglesa que adoro, Jean Rhys, Seguro que la has leído...
    Un abrazo
    Laura (Freixas)

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  3. Saltando en el tiempo y en el espacio. Me gusta entrar en los ámbitos que creas. Me gustan los detalles,las pinceladas que modelan y recrean tus refugios. Detalles que dejan ver un poco tu interior y ese exterior tan frío que todo lo condiciona. La literatura-haces muy bien en recordarlo-como un refugio(como un lugar cálido y reconfortante al que acudir siempre que se pueda) frente a la realidad lacerante y confusa que acecha implacable.

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