Estamos tomando una cerveza en una terraza y veo a pasar a gente que conozco de toda la vida del barrio. Nos preguntamos qué tal (interés sincero, creo) y cada cual sigue su camino. Ahora pasa Paquita, que estuvo al frente durante treinta años de la librería Aldebarán y donde yo trabajé unos cuantos con absoluta libertad para hacer y deshacer según mi criterio. Lleva un tiempo jubilada y está guapa (lo es), rejuvenecida, estupenda de salud. Hablamos un poco de todo esto, del futuro que nos aguarda. Lo mejor es centrarse en el presente, en el día a día, estamos de acuerdo. Y entonces me pongo tonto y recuerdo aquel tiempo. Cada mañana en aquella librería. La expectación por los libros que llegaban. Las ideas para acercar a un mayor número de público libros de calidad. La manera en que iba a colocar esa semana el escaparate. Los días del libro, aquella fiesta. Todo ese trabajo que me hizo tan feliz durante aquellos años. Y del que estoy muy orgulloso (y ella también, y lo sé).
Y luego, aunque ya lo he dicho más veces, le comento a Íñigo que se le debería hacer un homenaje a esta librera. Por todos los años de trabajo, por sacar adelante un pequeño negocio en tiempos complicados (para los libros siempre lo son). Y luego pienso que más allá de las instituciones (o quien sea), los buenos recuerdos de la gente que le compró libros durante años son lo más importante. Y esos los tiene. Tengo constancia de ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario