sábado, 28 de noviembre de 2020

Viernes noche

Y llega el viernes, y damos un paseo muy largo a media tarde, y después, cerca ya de casa, él me pregunta qué me apetece cenar, y yo digo que me da igual porque es verdad, me da igual, yo lo que quiero es sentarme en una terraza dadas las agradables temperaturas, tomar un vino, contarle cosas de los libros que estoy leyendo, de las películas que quiero ir a ver al cine, de los proyectos que me rondan por la cabeza, y luego tomar otro vino, y al tercero, acodarnos en la barra de un bar y pedir una tapa de croquetas y otra de patatas bravas, que ya no pide uno cenar en grandes restaurantes, sólo eso, dos tapas, cuatro vinos, quizá un gintonic después si no hace frío, y regresar a casa sintiendo que la felicidad es eso, que no te empeñes en otra cosa, que es así, sentir que eres un tipo afortunado pese a esas historias que te inquietan, pero no puede ser, no puede ser, no puede ser, y ya sé que todo esto es posible en casa, pero a veces necesitas aire, calle, barullo, saber que la Navidad está ahí porque ya han colocado las luces, aunque la Navidad sólo me importe para beber champán y besar a la gente que quiero, pero no puede ser, y es entonces cuando te vuelvo a maldecir, Covid, qué nombre tan estúpido tienes, una y mil veces, y así hasta el próximo viernes o qué sabe nadie.  

domingo, 22 de noviembre de 2020

Más opiniones sobre La noche se detiene

Conocí a Texturas Poma a través de su página literaria (donde Jose González Cabolugo ejerce de administrador), La isla rebelde. Allí iba dejando sus opiniones literarias. Dijo que compraría mi novela. Acaba de leerla y de escribir este texto que le agradezco mucho.
"En un soplo ayer, por la tarde, leí "La noche se detiene". Me alegra descubrir autores inéditos para mi, como Ovidio Parades, y poder decir que no va a ser esta novela, lo unico que voy a leer de él. Por su estilo; una prosa sencilla que cuida las palabras y otorga al texto una musicalidad fluida. Por la precisión de lo que cuenta (con las descripciones justas ) y la forma en que borda los personajes femeninos. Crea una "Julia" tan real que podría ser una de mis amigas. O yo misma. La referencía a mi adorada Szymbroska o a Tom Waits...
En fin, que lo recomiendo si os apetece ver como un retal de cotidianeidad vital, se trasnforma en algo más. En literatura."

 


 

sábado, 21 de noviembre de 2020

La última barquillera del Campo San Francisco

De aquellos tiempos, recuerdo las tardes lentas y soleadas del verano, los pantalones cortos y la mano de mi madre que era una especie de brújula sin saber todavía lo que esa palabra significaba. Sin saber, de hecho, casi nada. Y qué bien estaban así las cosas. No hay nada comparable a ese territorio de la infancia, verdadero mundo feliz del que tan rápidamente nos destierran. También recuerdo el estanque de los patos (sin Mafalda aún, claro), los niños allí arremolinados, el sabor de los barquillos y a la señora que los vendía y que acaba de morirse. La última barquillera del Campo San Francisco, dicen en los periódicos (miro su foto y la reconozco de inmediato). Sentada delante de aquel tambor de color rojo, donde guardaba sus tesoros. Mis favoritos eran los que tenían forma de cucurucho, aquella galleta alargada y sin helado, porque eran menos dulces. Aunque lo que en realidad me gustaba era acercarme a los patos y darles pequeños trozos de aquel barquillo. Me gustaba ver cómo los devoraban, estirando mucho el cuello, rozando casi la mano del niño, con ansiedad. Siempre chillaban pidiendo más hasta que me quedaba sin barquillo, mi madre sonreía (otras madres se enfadaban) y me compraba otro que se acababa comiendo ella porque entonces no me gustaba nada la comida.  Y así regresábamos a casa: un poco agotados por el calor de las tardes interminables del verano, con minúsculos restos de barquillo en nuestras ropas que aparecían poco después, en casa. La barquillera, trabajadora incansable, se quedaba allí sentada hasta que casi se hacía de noche. Y no sonaba ninguna música -todo en calma ya- pero ahora, al recordar todo esto, siento en mi cabeza una música suave que iba quedando atrás, hasta que mi madre y yo, alejados del Campo y los barquillos hasta el día siguiente o al otro (siempre dependiendo de la lluvia), éramos dos puntos diminutos envueltos en el naranja decadente de un sol que se resistía a desaparecer.       

miércoles, 18 de noviembre de 2020

La Velasco

Todo el mundo dice que Sofía Loren hace un gran trabajo en 'La vida por delante'. No lo dudo, por supuesto, pero tengo tan presente aún la poderosa interpretación de Concha Velasco haciendo el mismo papel en el teatro (aquella decadente sensualidad, aquella voz rota, aquel desamparo, aquella fuerza) que me cuesta un poco ponerme a ver la película. Lo haré cualquier día de éstos. 

martes, 17 de noviembre de 2020

Lo que encontré en la poesía de Francisco Brines

La habitación del niño donde entonces había luz y ahora sólo hay penumbra. Los veranos luminosos y el recuerdo, todavía muy presente, de un hombre que pensaba sentado a la orilla del mar. El deseo y la tentación de los cuerpos que alguien determinó que se trataba de cuerpos prohibidos. La delicadeza a la hora de trazar con palabras los rincones de aquellas pieles, de aquellas carnes que avivaban los sentidos de la juventud y aun después. El roce que se hace lento y aquel fuego en la punta de los dedos. Paraísos perdidos, paraísos recobrados. todo entremezclado en la memoria del poeta y en la nuestra. Casi como un juego o un apunte filosófico. Ese tiempo al que siempre recurrimos cuando se ha ido, materia esencial del poema. El hueco de la nostalgia, siempre habitado. Lo que fuimos y lo que creímos ser. Lo que somos al acercarse el final del trayecto. El silencio del mundo, allí donde es posible -a ratos- encontrar algunas respuestas: más apuntes filosóficos. El silencio del mundo y aquel hombre sentado frente al mar, origen del deseo, del individuo y del propio poema. Y lo que media entre todo ello, recogimiento y ardor. Todas las estaciones que se han quedado definitivamente atrás. Y la voz de quien las describe.   

viernes, 13 de noviembre de 2020

Día de las librerías

Paquita Laguna. Una de las mejores libreras que ha tenido esta ciudad. Estuvo al frente de la librería Aldebarán durante más de treinta años. Primero fui cliente, luego amigo y más tarde trabajador de la propia librería. Estar allí era como estar en mi casa. Antes de eso, recuerdo todas aquellas veces que al salir de la sesión de las ocho de los cines que había justo al lado (o al entrar a la de las diez y media) todavía estaba allí, trabajadora incansable, sin perder la paciencia (ser librero, siendo un oficio maravilloso, quien lo probó lo sabe, a veces, también es tener mucha paciencia) ni la amabilidad. Momentos de grandes satisfacciones y momentos de dura lucha. Ahí estaba ella. Ahí estuvo. Más de treinta años. Ahora, ya jubilada, es su hija, Patricia Hevia, la encargada de la librería. Sirvan hoy estas palabras como homenaje a una gran librera, a una gran trabajadora y a una mujer estupenda a la que sigo queriendo y admirando. 

Que sean muchas las compras, las ventas. Hay mucho material (y muy bueno) donde escoger. Feliz Día de las librerías. 

viernes, 6 de noviembre de 2020

Pedro Olea

Leo que se estrena (aquí no, claro) un documental sobre el director Pedro Olea. Y me parece una noticia excelente. Puede que no tenga el reconocimiento de otros directores, pero sólo por haber dirigido 'Tormento', 'Un hombre llamado Flor de Otoño', 'Pim, pam, pum... ¡fuego!' o 'El caso de las envenenadas de Valencia' se merece un lugar destacado en cualquier cinematografía. Sin olvidar los trabajos en esas películas de Concha Velasco, Ana Belén, José Sacristán, Fernando Fernán Gómez y esa descomunal Terele Pávez que conmueve e impresiona (no importa las veces que la hayas visto) con cada gesto, cada palabra, cada silencio. 

A ver si todo esto termina pronto y podemos disfrutar de este trabajo. 

jueves, 5 de noviembre de 2020

Cómo te echo de menos, Madrid

Me acuerdo hoy de la última vez que bebimos vino en los bares de Chueca y allí, lejos de casa, de esta pequeña ciudad, sentíamos -como siempre- que un mundo de posibilidades se abría ante nosotros. Me acuerdo que hacía mucho frío y que dijiste: vamos a ese sitio que tanto nos gusta. Está en la otra punta de la ciudad, respondí. Qué importa. Acostumbrados a las caminatas, tardamos poco en llegar. La euforia siempre es más poderosa que cualquier distancia. Y allí seguía sonando la misma música de siempre. Ha pasado casi un año de todo esto y tengo la sensación de que sucedió en otra vida. 

Cómo te sigo echando de menos, Madrid. Cuento los días y cruzo los dedos para que en algún momento pueda presentar mi nueva novela en alguna de tus librerías. 
Cuentos los días, cruzo los dedos, trato de elevarme por encima del caos. 
No me quejo. Seguimos en pie. 

domingo, 1 de noviembre de 2020

Lola López Mondéjar sobre La noche se detiene

He terminado de leer esta nouvelle de Ovidio Parades, La noche se detiene. Como sucede con la escritura de Ovidio, el tiempo se detiene para plantearnos un dilema moral de profundo calado, protagonizado por una mujer. Delicadeza de su literatura, siempre.

Lola López Mondéjar, escritora