lunes, 20 de mayo de 2024

Mi madre y yo, por el escritor Jesús Feliciano Castro Lago

«MI madre murió la madrugada del 26 de junio de 2023.» Esta es la primera frase del libro. Ya sabemos el final, pero cada muerte es diferente, como cada vida. Esta historia es la de una muerte que une vidas. No se regodea ni en el dolor ni en la pérdida, se regodea en el amor y en el pasado. Es un reconocimiento maravilloso a la labor de una madre. ¡Cuánta ternura! ¡Cuánta verdad! ¡Cuánta emoción! ¡Qué delicadeza cuando tiene que describir el momento inevitable! Tuve que cerrar el libro durante un rato y activar mi fábrica de recuerdos. Uno empatiza con el autor porque habla de sentimientos universales con nombres propios.


sábado, 18 de mayo de 2024

Mi madre y yo, por el escritor Justo Sotelo

 "Leyendo "Mi madre" y yo", de Ovidio Parades".

He hecho un alto en los muchos exámenes que tengo que corregir este viernes y me he bajado a la Plaza de Callao, a desayunar un chocolate con churros en la cafetería Valor. Cada vez que paso por la puerta es como si me trasladase a Villajoyosa, en Alicante, que es de donde viene este chocolate. Y a su playa de nudistas que tanto me gusta.
¿He dicho alguna vez que cojo cariño a las cosas que me gustan?
Ovidio ha sido librero en su tierra, Oviedo, donde nació en 1971. Es narrador, crítico y gestor cultural, y esta tarde presenta este libro en Gijón. No nos conocemos en persona, pero hemos leído algunos de los libros del otro. Me gusta cómo escribe, incluso cuando ama y siente dolor ante la reciente muerte de su madre. Este relato breve tiene algo de la señora Dalloway, incluso de los tres personajes femeninos de aquella magnífica película. Y tiene mucho de él, en este ir y venir hacia atrás y hacia delante de su vida.
Y su madre lleva flores en el pelo. Ovidio y yo sabemos porqué.

jueves, 16 de mayo de 2024

Presentaciones Mi madre y yo

Estoy un poco nervioso. La presentación de este libro, circunstancias obvias, será diferente a las demás. Al contrario de las once veces anteriores, mi madre no estará ahí, en primera fila, señalándome con la mirada que todo va bien. Pero, como corresponde, allá vamos. Llegó la hora. Mañana, viernes 17, a las 20 horas, en la librería La Buena Letra de Gijón. Y el miércoles 22 aquí, en Oviedo, a las 19 horas, en la Librería Matadero Uno. Os espero. Os esperamos.

miércoles, 15 de mayo de 2024

Buen viaje, señora Munro

Hace ya unos muchos años, cuando aún no había recibido el Nobel ni casi nadie la leía en este país, me acerqué a algunos de sus libros, los que estaban publicados en castellano. En alguna parte, Soledad Puértolas -cuya literatura guarda más de un punto en común con la de la canadiense- comentó que sus cuentos se encontraban entre sus favoritos y ese mismo día fui a buscar alguno de sus títulos a la biblioteca del Fontán, donde tantas tardes de mi vida he pasado. Alice Munro era canadiense como Margaret Atwood y como Margaret Laurence (ojalá Libros del Asteroide continúe rescatando sus historias), cuyas obras había leído con gran entusiasmo. Se trataba de una ama de casa que había decidido escribir. Lo hacía en su habitación, mientras sus hijas pequeñas jugueteaban alrededor. Uno de los primeros libros que leí de Munro fue "Las lunas de Júpiter", en una edición del año 82 de la editorial Versal. Me impactó. Los relatos de Munro encerraban novelas enteras. En unas cuantas páginas, quedaban plasmadas historias familiares completas. El ir y venir de sus miembros, las alegrías y las desdichas, las zonas oscuras y las luminosas: vidas enteras plasmadas en aquellas pocas páginas. La miseria y la grandeza de lo cotidiano. Muchas historias de mujeres. Madres, hijas, abuelas. Mujeres que vivían atrapadas en sus destinos, que se rebelaban contra ellos, que buscaban su camino. Pequeñas piezas que encajaban a la perfección dentro de un puzle. Algunos años después, cuando Alice Munro aún seguía sin estar de moda y sus libros continuaban siendo inencontrables más allá de especializadas librerías de viejo, hallé aquel libro, "Las lunas de Júpiter", en una de ellas y a un precio astronómico. La mitomanía literaria siempre cuesta dinero, mucho dinero, ¿quién dijo lo contrario? Y me hice con él. Hoy, junto a otro título editado por Versal, "Amistad de juventud", sigue en mi biblioteca. Alice Munro, la mujer que un día dijo: "El triunfo de mi vida ha sido que ninguno de los ambientes en los que me encontré dominaron sobre mí". Alice Munro está ahí, en mi biblioteca, junto a las otras escritoras canadienses y también junto a los libros de quien me la recomendó aquella lejana tarde, Soledad Puértolas. Poco a poco, gracias a RBA y Lumen, se fueron publicando sus nuevos títulos y recuperando los antiguos. En las estanterías de las librerías en las que trabajé, siempre estuvo ella, Alice Munro. También en los escaparates. A algunos grandes aficionados a la buena literatura, les recomendé aquellos libros y se quedaron maravillados con aquella prosa sencilla que escondía detrás miles de historias, de sentimientos, de latidos. Poderoso mundo literario el suyo. Se acaba de morir y yo rememoro hoy alguno de aquellos viajes, los que iban de la casa de mis padres a la biblioteca pública del Fontán. Sin duda, algunos de mis mejores viajes. Y tan fascinantes y llenos de expectación como si hubiesen sido al otro lado del mundo.

domingo, 12 de mayo de 2024

Presentaciones de Mi madre y yo

PRESENTACIONES. Pues ya están muy cerca las presentaciones de 'Mi madre y yo'. La primera, el próximo viernes 17, en La Buena Letra de Gijón, a las 20 horas, acompañado por Rafa Gutiérrez Testón, ese tipo al que todos queremos.

Cinco días más tarde, el miércoles 22, en la librería Matadero Uno de Oviedo, a las 19 horas, charlaré con Leticia Sánchez Ruiz y Azucena Vence (a las que queremos tanto como a Rafa) leerá un extracto del libro. 
Os espero. 


 

sábado, 11 de mayo de 2024

Beatriz Tesouro escribe sobre Mi madre y yo

Leo este libro conteniendo la respiración, con el paso tembloroso de los que hemos cruzado esa puerta: la muerte de la madre.

Viajo con el niño y su madre, el adolescente y su madre, el hombre y su madre.
Y viajo también con la mía.
Escribe Ovidio Parades: “Tarde o temprano, todos quedamos atrapados en la fotografía”.
Nuestro añorado Luis Eduardo Aute cantaba algo parecido en “Queda la música”.
Queda la música.
Y queda la literatura, por la que este libro está atravesado, de principio a fin.

viernes, 10 de mayo de 2024

Esther Prieto escribe sobre Mi madre y yo

Esther Prieto, escritora y editora en Ediciones Trabe: 

"Anoche acabé de leer el libro. Puede que sea el que más me gusta: está escrito con las vísceras, sin filtro y me parece interesante esa manera de cambiar su estructura (o de no tenerla) que no hace sino representar el pensamiento (o la reacción) humana ante el dolor y el caos: escribir según llega, en forma de diario, de flashback… y mezclando lo propio con lo ajeno pero hecho propio a través de la lectura, la música, el cine, en definitiva, a través del arte.

Resumiendo, que me gustó mucho."

lunes, 6 de mayo de 2024

Primera reseña de Mi madre y yo, por Meli Suárez Pidal

Mi madre y yo" Ovidio Parades.

Ayer por la tarde terminé de leer este maravilloso libro, pero como me dejó melancólica, no lo podía comentar.
Es un libro sobre el amor infinito de un hijo por su madre. Lo empezó a escribir, roto por el dolor, a los dos días de su muerte, en junio del 2023. En esa fase del duelo, Ovidio es capaz de escribir y describir los sentimientos tan profundos que lo estaban martirizando. Nuria era en esencia una mujer buena, amable, con una sonrisa siempre. Una madre entregada a su hijo y muy avanzada. Cuando lo estaba leyendo me acordé de la madre de Gorki, Pelagia Nílovna, por ese vínculo o atadura que también les unió. Recordé también a Fernando Marías cuando narraba sus sensaciones al lado de la cama de su padre moribundo.
La muerte de una madre es, tal vez, una de las pérdidas más desgarradoras que vive un hijo, porque representa la pérdida de su origen, de sus primeros recuerdos, de su vida dentro del vientre materno del que él, se negaba a salir. Para poder sobreponerse y recuperar la calma se ayuda de la literatura, del cine, de la música, (tan presentes en todos sus libros) y sobre todo de la escritura y su particular forma de narrar buscando un equilibrio entre la nostalgia y la esperanza de poder asimilarlo.
He llorado en varios tramos de este maravilloso libro.

Meli Suárez Pidal, exquisita y voraz lectora.

domingo, 5 de mayo de 2024

A mi madre

Es el último regalo (puede que el penúltimo si me animo a publicar ese puñado de poemas en el que llevo años trabajando y que, tras su muerte, estoy a punto de concluir) para mi madre. Ella no podrá leerlo, evidentemente, pero sé que, como a mi editora, Cristina Pineda, le hubiese encantado. Va más allá de una historia con triste desenlace. ¿Qué triste desenlace? La muerte. Lo que, más tarde o más temprano, nos aguarda a todos. Eso que sabemos al poco tiempo de venir al mundo. Que nos cuesta una vida entera asimilar, si es que realmente llegamos a hacerlo. Que jamás, cuando lo has padecido tan de cerca, podrás olvidar. Este libro es la historia de un amor muy poderoso entre una madre y un hijo durante 51 años. Mi madre y yo. Es también la historia de una mujer que, pese a su enfermedad degenerativa (y las posteriores que fueron llegando), nunca perdió la sonrisa, el optimismo ni las ganas de vivir. Aun en los momentos de mayor fragilidad (el último tramo), siguió luchando como una fiera por seguir un rato más con nosotros. No pudo ser. No creo que exista otra vida (ya me gustaría creerlo, os lo aseguro) más allá de este día a día. Su presencia está en mi memoria constantemente y en las palabras que conforman este libro que empecé a escribir dos días después de su muerte. Cada madrugada, encerrado en mi estudio, era una manera de seguir durante unas horas a su lado. Esas horas de escritura eran las más felices (si puedo utilizar esa palabra en este contexto tan dramático y doloroso) de cada jornada. Todo lo demás, excepto el dolor, lo recuerdo vagamente. Mieres, Oviedo, Madrid y Alicante son los lugares donde transcurre la historia. Cuatro lugares fundamentales en mi vida y en la relación con mi madre. Dicen que hoy es el día de la madre (que, como la mayoría de los días señalados, todos los días son este día). Bien. Mientras estaba en este lado del mundo, lo celebramos como correspondía, arropándola y ofreciéndole lo mejor de nosotros mismos. Lo mejor de mí mismo. Era lo que ella merecía, lo mejor. Siempre. Y lo tuvo. Es mi consuelo, si es que puedo hallar un poco en medio de esta batalla. 

A mi madre, que sigue aquí. En este libro y fuera de él.

jueves, 2 de mayo de 2024

Nueve años sin Ruth Rendell

Hace nueve años. Ruth. La gran Ruth Rendell. Leedla. Leedla. Yo sigo haciéndolo.

Ruth Rendell. Descubrí a esta escritora hace muchísimos años, gracias a que Maruja Torres escribió un artículo sobre alguno de sus libros en el suplemento de El País. Yo era aquel adolescente que leía todo lo que recomendaba la gente a la que admiraba. Ruth me cautivó desde el primer momento. Digámoslo claramente: Ruth está a la altura de la Highsmith, aunque su obra -quizá- no haya reconocido el mismo prestigio. Sus libros trascienden el género negro, la novela psicológica. Se adentran de lleno en el conocimiento más profundo del género humano. En sus luces y en sus tremendas sombras. Ruth acaba de morir. No era una escritora cualquiera. Era una gran escritora: dicho sea esto con todas las letras. Ahí están sus libros. Esperemos que algún editor decente no los deje arrinconados en el cesto de los descatalogados, donde la mayoría de ellos se encuentra en estos momentos. Ruth, descanse en paz.

miércoles, 1 de mayo de 2024

Y ahora, Paul Auster

Me levanté más temprano de lo habitual. Preparé café y, mientras lo tomaba, leí un cuento de Ottessa Moshfegh sobre una alcohólica que vive en Nueva York. Terminé el café y el cuento y me puse a escribir. Y ahora, tras abrir el periódico, Paul Auster. Y ahora, como la mayoría de los escritores que rondan mi edad, veo mi imagen con treinta años menos y un libro de Paul Auster entre las manos. Era un referente. Uno de los primeros. Aquel escritor elegante, sofisticado, cosmopolita, atractivo y un punto misterioso que se perdía en laberintos y dependía del azar. Aquel escritor que  rememoraba las calles de París y ajustaba cuentas con su padre. Aquel escritor cuyos libros hubiese subrayado en más de una ocasión si fuese una de esas personas que subrayan libros. Ahora me arrepiento: me hubiese gustado ser una de esas personas. Seguimos creciendo, evolucionando y, aunque con los años la euforia de casi todos los referentes iniciales va menguando un poco, nunca dejamos de recibir con entusiasmo sus libros. Reseñarlos suponía un placer añadido, casi necesario. Nos alegró el Príncipe de Asturias de las letras (como nos alegraría, años más tarde, el que le otorgaron a su mujer, la excepcional Siri Hustvedt) y continuamos leyéndole. Así, hasta la última novela, publicada hace un par de meses. Y ahora, tras abrir el periódico, Paul Auster. Vuelve aquella imagen, la de nuestra juventud, y cuánta tristeza de repente