sábado, 27 de mayo de 2023

Extraña forma de vida

La amistad, la lealtad, el amor, el deseo. Sobre todo, eso: el amor y el deseo. El amor y el deseo. Qué vivo todo ello. Sale de la pantalla, nos alcanza. A flor de piel. Dos hombres. Dos vaqueros. Quizá no importa demasiado eso para el amor, para el deseo. Para el sudor. Para lo fundamental. Aquí y ahora. Ahora y aquí. Dos hombres. Dos seres humanos que se anhelan, se acarician, se besan, se muerden, se necesitan. Dos hombres (brutales Pedro Pascal y Ethan Hawke, qué voz, qué voces: el deseo maduro y el anterior). Y los reproches, y después... Esos sentimientos encontrados. Esas pieles. Ese sudor. Esas miradas. Ese fulgor a flor de piel. Saltan las chispas, las lágrimas, las incertidumbres, las necesidades. El deseo, una vez más. El deseo, siempre. Dos hombres enfrentándose a él. Sin miedo, sin tapujos, sin demasiadas vueltas, sin recovecos. El deseo, sin más vueltas. El deseo y el amor. El amor pleno. Qué vivo todo ello. Antes y después. Aquí. Ahí. En la pantalla. Con ese anhelo, con ese sudor, con esos recovecos. Con todas las circunstancias. Media hora de película que podría ser más. Que resulta lo apropiado. Media hora redonda. Ese principio, ese final. Ese rotundo flashback (vivísimo). Tan rompedor todo (la homosexualidad), tan clásico todo (cada plano). Cine en estado puro. Emoción en estado puro. Un cineasta en plenas facultades. Queremos más. Necesitamos saber más. Sabemos lo suficiente, con todo, es cierto. Y así traspasamos el deseo, lo atrapamos. Ahí. Aquí. Extraña forma de vida. 

domingo, 7 de mayo de 2023

Rostros

[Aquí va el poema con el que quedé finalista este año en el Premio Internacional de Poesía Jovellanos. Va por mi madre]
ROSTROS
Un tiovivo vacío sigue dando vueltas en esa plaza
que tantas veces atravesamos y
a la que ahora no puedes llegar
por culpa de la enfermedad.
He perdido la cuenta de las veces que te he visto
sonriéndome y alzando la mano
para decirme que estabas cerca
subido a un tiovivo como el de esa plaza o al abismo
desde el primer día
hasta estos cincuenta y un años que acabo de cumplir
pero siempre cerca.
Tengo miedo de que un día ya no esté ahí tu mano
de que no puedas comprarme el libro y la barra de pan,
de que tu brazo no busque el mío para sostenerse

de que el tiempo difumine tu rostro de madre 

que también, desde aquel lejano 1971, es mi rostro de hijo.

lunes, 1 de mayo de 2023

Alguien que cuide de mí

Hay muchas cosas buenas en 'Alguien que cuide de mí', la película dirigida por Elvira Lindo y Daniela Fejerman. Las conflictivas relaciones entre madres e hijas, la historia de amistad entre los personajes de Emma Suárez y Pedro Mari Sánchez (espléndido el momento en el que recuerdan cómo se conocieron y ese otro donde, delante de un espejo, rastrean sus miedos), los flashbacks (gran acierto ese aire tan de teatro americano y gran acierto también que Clara Sanchís interprete el mismo personaje de Magüi Mira de joven), la obra de Chejov que ensayan, las actrices (todas) y los actores (todos). Y en el centro, el personaje de Emma Suárez, la vida de esta mujer que guarda secretos, domina unos cuantos silencios y trata de vivir con dignidad después de unas tormentas que se muestras y otras, probablemente las más importantes, que sólo se intuyen. Un personaje muy bien construido que Emma, con su amplio registro de matices y miradas, convierte en una especie de símbolo de aquella época, los 80. Una mujer que ha sobrevivido a demasiadas cosas, pero que está aquí y puede recordarlo, y, sobre todo, seguir hacia delante, pensando en el futuro. Como, de hecho, hacen todos los personajes en esa luminosa escena final. En la vida, con todo y a pesar de tantas turbulencias, esa luz siempre es más poderosa que la tiniebla. Como en algunas películas. Como en esta película.