sábado, 31 de agosto de 2019

Función de noche

'Función de noche' es la gran película de Josefina Molina, Premio Nacional de Cinematografía 2019. Innovadora, descarnada, inteligente, sensible, profunda, angustiosa. La sabia manera en la que captó las palabras y los gestos llenos de dolor y reproches de aquellos dos grandes intérpretes, Lola Herrera y Daniel Dicenta. Puedes sentir el olor de aquel camerino, el de aquellos cigarrillos, el de aquellas pieles. Un hombre y una mujer que se quieren y no se entienden. El dolor tremendo de la mujer -reflejado de un modo casi violento- en el rostro de Lola Herrera. Aquella manera del hombre de estar un poco perdido. La representación de ambos ante la impotencia por el peso de lo que les tocó vivir. (Sobre todo, a ella). Por la función (de noche, de día) que tuvieron que representar en sus respectivas vidas, lejos de los focos del teatro o de los platós de cine y televisión. 
Te machaca y te libera al mismo tiempo. 
Una película para entender muchas cosas. 
Un clásico. 

viernes, 30 de agosto de 2019

Enid Blyton

Yo te doy las gracias, Enid Blyton, allá donde estés, por los buenos momentos que me hiciste pasar con tus historias, por hacer más llevadera aquella infancia de niño solitario y diferente en aquella España de los 70, tan fea y tan gris. 
Que los demás te juzguen, si así lo consideran. Yo me quedo con aquella emoción y aquellas ganas -lo recuerdo bien, no es literatura apresurada- de volver a casa del colegio para continuar disfrutando con aquellas aventuras que me alejaban de un mundo que no tenía nada que ver conmigo.

jueves, 29 de agosto de 2019

El posicionamiento de Elsa Morante

Toda la complejidad del ser humano puede caber en un ensayo. O en una serie de artículos que conformen un ensayo. Como los que conforman 'A favor o en contra de la bomba atómica' (Círculo de Tiza), de Elsa Morante (Roma, 1912-1985). El pensamiento, las emociones, las injusticias, la violencia, el poder., el caos del mundo en cualquier época, la vanidad... Y la política con su doble vertiente: como proyecto en el que poner fuerzas e ilusiones, y el proyecto, después de todo, dando la vuelta a lo anteriormente dicho, como absoluta decepción. La manera de enfrentarse al mundo, al resto de los seres humanos y a sí misma: como escritora y como intelectual exigente y comprometida. Y también el lenguaje y la literatura. El primero, como una obsesión, como una constante, como una manera de posicionarse en el mundo. Y la segunda, la forma en la que se conjuga ese lenguaje, tras su búsqueda incansable, siempre a la caza de la perfección, con las ideas. Las ideas -innovadoras, creativas- de cada persona que se dedica a la escritura, a la reflexión, al pensamiento. Elsa Morante es estricta en esto: no estamos ante un juego o una pantomima. La conjunción de lenguaje con pensamiento es la forma de plasmar en el papel, junto a toda esa complejidad planteada al principio de estas líneas, su idea particular (y severísima) de lo que es la literatura. La creación -lenguaje y reflexión- como un arte. Como una manera de expresar al mundo las horas de trabajo, de desvelo, de conocimiento, de vivencias, de estudio. Su particular forma de ser y estar. De escribir. Y de ofrecer esas ideas y ese lenguaje (como novelista, como articulista, como ensayista, como poeta, como autora teatral) en un sentido profundo, nada superficial, muy elaborado. Lo banal y lo superfluo no tienen cabida en el pensamiento (ni en la manera de exponerlo) de Morante. Y así queda patente en este puñado de reflexiones sobre su visión de las cosas. Sobre su exigencia. Sobre su compromiso consigo misma y con los demás. Sin medias tintas, con integridad. Esa es su elección, nos viene a decir entre líneas y con rotundidad. Su única elección. Su honesto posicionamiento. 
Y termino con unas palabras suyas que definen a la perfección ese posicionamiento que atraviesa todo este complejo y fascinante ensayo en el que merece la pena adentrarse poco a poco: "La especie humana se distingue de los demás seres vivos por dos cualidades peculiares. Una es el deshonor del hombre; la otra, el honor del hombre".  
Ahí, creo, radica la clave de todo. 

miércoles, 28 de agosto de 2019

Azucena Vence

Azucena Vence es mi amiga desde hace unos cuantos años ya. Empezó siendo una voz que escuchaba en la radio mientras era feliz trabajando en una librería y poco después fue la voz que leyó mis textos en todas las presentaciones de mis libros hasta la fecha. Pero no es mi amiga por eso. Es mi amiga porque viene y me alegro de verla y la beso y la abrazo como beso y abrazo a mi hermana y a mi madre (besos sonoros, lejos del roce protocolario de las pieles), y ella me besa a mí de igual modo. Es mi amiga porque le digo hay este problema y me dice tranquilo, aquí está mi mano y todo lo demás para lo que haga falta. Es mi amiga porque no huye, porque no se esconde, porque tiene un alto concepto de la ética. Porque dice la verdad, siempre, y siempre con suavidad y firmeza. Porque dice, también con suavidad y firmeza, cuenta conmigo (y cuento con ella, y ella cuenta conmigo, y los dos lo sabemos), aunque el camino (el suyo, el mío, el de todos...) sea duro e injusto a veces. La quiero mucho. Y esto es todo lo que quería decir por aquí. 

domingo, 25 de agosto de 2019

Recordando a Truman Capote

La primera vez que estuve en Nueva York (septiembre, 2008) y visité la casa de Brooklyn donde Truman Capote escribió 'A sangre fría', aquel libro que le llevó a la gloria y de ahí -como en un brutal abrir y cerrar de ojos- al infierno, sentí un tremendo escalofrío. Allí, en aquella especie de sótano, en muchas mañanas frescas y soleadas como aquella, aquel hombre bajito y de voz chillona, adicto a casi todo, de un modo incansable y obsesivo, había escrito aquella impresionante obra. La genialidad ahí, a escasos metros de los ojos de este mitómano. 
Recuerdo hoy, cuando se cumplen 35 años de su muerte, al escritor, aquella mañana tan lejana ya de septiembre caminando por las calles tranquilas de Brooklyn y también al gran actor Philip Seymour Hoffman, que supo reflejar con maestría sus gestos y su tormento, acaso demasiado parecido al suyo propio. 

sábado, 24 de agosto de 2019

Desayuno

De repente, desayunando un pincho de calamares con mi madre, regreso a la infancia. Tengo ocho, diez, doce años. Tomamos calamares fritos con el aperitivo, en Grao. Apuramos el verano. El regreso al cole, a la vuelta de la esquina. Nadie sabía lo que iba a suceder en los años que estaban por venir. Cuarenta años. Toda una vida. No importa eso ahora. Hemos llegado hasta aquí, hasta esta mañana de 2019 en la que también apuramos el verano. Sin pensar en nada más. Sólo en escoger la parte más soleada de la terraza, compartiendo charla y desayuno. 

viernes, 23 de agosto de 2019

La voz de las mujeres

La memoria casi siempre es fuente de inspiración, de controversia, de conflicto. La memoria, reconstruida o levemente deformada, como territorio para la búsqueda y la exploración. La memoria, tan necesaria, como material para tejer desde el presente sueños, esperanzas, quimeras, realidades, dolor, recuerdos, imágenes con diversas tonalidades y las dos caras de una misma moneda. La memoria, siendo honestos, como seña de identidad. La memoria personal y la memoria colectiva. La memoria para saber quiénes somos y, sobre todo, quiénes fuimos. O, quizá habría que apuntar más correctamente, quiénes fueron nuestros antepasados: nuestros padres, nuestros abuelos, nuestras madres, nuestras abuelas. Ellas, todas esas mujeres, cada una con su carácter y su voluntad, con su perfil y su determinación, que, casi en silencio, aprendieron rápidamente a levantar el mundo que les había tocado en suerte, sabiendo que su papel, de cara a la sociedad o a la historia, iba a ocupar, injustamente, un lugar secundario. Recuperar la voz de esas mujeres, tan diferentes entre sí, es uno de los temas más destacados de la segunda y magnífica novela de Gema Nieto, 'Haz memoria', que acaba de publicar la editorial Dos Bigotes en una edición muy cuidada. 
Nieto navega por aguas turbulentas, por recovecos a los que algunas personas aún les cuesta adentrarse, por senderos donde la luminosidad de la infancia contrasta con lo sórdido de tiempos oscuros e injustos. Hacemos caso y hacemos memoria, sí, para no perder la perspectiva de las cosas, de los hechos, del pasado. Un pasado que, como siempre, determina irremediablemente el presente. Y que no conviene olvidar porque su lado más tenebroso siempre está al acecho, como un nubarrón espeso que se resiste a desaparecer. 
Novela para degustar lentamente, para pensar, para reflexionar. Leyéndola, en sus vaivenes hacia atrás y hacia delante en el tiempo, se puede entrever el esfuerzo de Nieto para llevar esta historia a buen puerto. Y también se pueden entrever las influencias de dos de las escritoras favoritas de la autora, Virginia Woolf y Ana María Matute. Las sombras de ambas revolotean por aquí, entre las voces de una memoria que resulta tan compleja como cercana. 

martes, 13 de agosto de 2019

Lo que nos protege del miedo

La vida es un un latido, un pulso, un aullido, una presencia, un olvido. Siendo honestos, como intentamos ser, habría que escribirlo mejor así: muchos latidos, muchos pulsos, muchos aullidos, muchas presencias, muchos olvidos. La vida es también un prólogo y un epílogo. Y todo lo que vamos haciendo (o nos van dejando hacer, que esa es la verdadera historia que nunca nos relatan completa) entre el uno y el otro. La vida es un aquí y ahora, una mirada que fulmina y se va (o se queda y nos pierde: nos pierde un poco más si es posible), una charla, una noche (o mil noches solitarias o en gozosa compañía), una despedida (mil despedidas, claro). La vida es fuego y es tempestad. La vida es, sobre todo, un corazón que palpita, y goza, y sufre, y se detiene finalmente. Y eso, todo eso, es lo que Lauren García va desgranando, poema a poema, en su último libro, 'La muerte de la tristeza', editado primorosamente por Más Madera, con prólogo de José Luis Rey. 
Un entusiasta afán por encontrar la belleza (en la búsqueda está también parte de la aventura, del secreto, de la gloria y, hay que decirlo, del fracaso), por perderse en unos ojos o en una melena, por escribir un puñado de sentimientos que dejan al poeta en estupenda evidencia. La vida es el rastro que dejamos en los demás y el rastro que los demás nos dejan a nosotros. Eso también está presente en este puñado de poemas. Y las noches, y las tabernas, y las calles de esta ciudad o de otras ciudades que conocemos y donde también buscamos cobijo en las palabras, en los besos (reales o imaginarios) y en la copa de vino que nos eleva y nos protege del miedo, que, como aquella parte del relato que nunca nos terminan de contar del todo, también existe. De hecho, cada palabra siempre está escrita contra él, contra el miedo, y sus devastadores efectos. La palabra, por momentos, puede hacernos superiores al miedo. Y eso, entre otras cosas, es lo que ha conseguido Lauren García con este poemario que recomiendo sin vacilar.  
Importantes palabras que llevan implícitos importantes sentimientos. Los que, en definitiva, cuentan. Palabras y sentimientos -hondos- que hacemos nuestros y consiguen separarnos de ese miedo que siempre termina transformándose en abismo. 
  

domingo, 11 de agosto de 2019

Ropa limpia

Pronto, según dicen, empezará a llover. Entro en la cocina, pongo la cafetera y recojo la ropa del tendal. Ha refrescado. En pleno verano, de repente, pequeñas ráfagas de otoño. El olor del café se mezcla con el de la ropa limpia. Me viene a la memoria la ropa en el tendal de mi abuela, secándose al aire libre, mecida por el viento de los veranos inestables del norte. El olor del jabón y el olor del campo. Las sábanas tocando aquel cielo azul y una vida entera por delante. La cara de aquel niño es ahora la cara de mis padres, de los dos, de mi padre y de mi madre, tocada por el tiempo. La cara de quien sufre y goza, de quien conoce la serenidad y el abismo, la risa y su contrario. La vida se debate entre ambos conceptos. La vida, esa constante búsqueda del equilibrio. Nada de eso sabíamos entonces, cuando el viento mecía la ropa que la abuela acababa de tender, y el sol iba y venía, y las manos olían a chocolate y a ciruelas. Seguimos aquí, aprendiendo lecciones, descubriendo -a estas alturas, sí- quien está de nuestro lado y quien está en el lado contrario. Todos nos definimos por nuestros posicionamientos. Es lo que hay. 
Doblo la ropa limpia, me sirvo otro café. Aún no ha comenzado a llover, quizá no lo haga después de todo. Los domingos siempre son días extraños. 

martes, 6 de agosto de 2019

Toni Morrison

Leí 'Jazz' hace muchos años, más o menos cuando le concedieron el premio Nobel a Toni Morrison. Rosa Montero había escrito una crítica muy elogiosa sobre la novela, y no lo dudé ni un instante. Me deslumbró aquella historia llena de amor, dolor, rabia, humor y una música que estaba por debajo de todas aquellas palabras. Luego leí otras obras suyas, pero ninguna me pareció tan poderosa como aquella. 
Cada cual -siempre ocurre así- tendrá su historia favorita de esta mujer que luchó por los derechos de las mujeres negras con firmeza y decisión, y que ahora se acaba de morir. 
Sirvan estas breves palabras como pequeño homenaje de despedida. 

lunes, 5 de agosto de 2019

Marilyn, el mito que nunca desaparecerá

Pocas cosas se pueden añadir a estas alturas sobre Marilyn Monroe, más aun después del genial retrato que Truman Capote escribió sobre ella. (Recordemos la adoración del escritor por la actriz, a quien propuso desde el primer momento como protagonista de la adaptación cinematográfica de su novela 'Desayuno en Tiffany´s': hoy resulta difícil imaginar a otra Holly Golightly que no tenga el rostro, la voz, la elegancia y la sofisticación de Audrey Hepburn). Pero uno puede hablar desde su condición de cinéfilo y de mitómano, claro está. Ah, aquellas madrugadas viendo los ciclos de la 2. Allí, en aquellas madrugadas frente al televisor, fumando nuestros primeros cigarrillos y disfrutando de aquellas películas que era del todo imposible ver en pantalla grande, muchos jóvenes aprendimos unas cuantas lecciones. Lecciones de cine y de vida. Todas las Marilyns posibles estaban allí, en aquellas películas, y a todas, de principio a fin, las adorábamos. La rubia lista, la rubia que parecía tonta, la rubia indómita, la rubia insegura, la rubia sensual, la rubia provocativa, la rubia torbellino, la rubia derrotada, la rubia perdida entre víboras como George Sanders y Bette Davis, la rubia que no fue Holly Golightly en la película de Blake Edwards, la rubia que quería bailar y ser feliz, la rubia que no ganó un Oscar, la rubia que susurraba, la rubia indefensa frente a multitud de cosas, la rubia en la encrucijada, la rubia de vida rebelde, la rubia frágil... Sobre todo, ésa: la rubia frágil. Sí, siempre he pensado que ésa es la mejor manera de definirla. Más allá del mito sexual, de ser uno de los iconos cinematográficos por excelencia, de la mujer atormentada y de las excesivas turbulencias para una vida demasiado corta. Más allá de todo eso, como una condena o una glorificación, como la doble cara de una misma moneda que el destino lanza al aire, la fragilidad. Esa fragilidad que no podían ocultar ni el rímel, ni el pintalabios, ni las espesas capas de maquillaje, ni los vestidos bonitos y ajustados a la piel, ni los tacones de vértigo, ni los tragos de ginebra, ni las pastillas, ni el rubio más rubio de todos. Marilyn, frágil y enamoradiza, frágil y única, frágil e insegura, frágil e irrepetible. Decir su nombre, a estas alturas, en voz alta o en voz baja, sigue siendo todo eso. También en este día en el que se cumplen cincuenta y siete años de su desaparición. 
Entonces, en aquellas madrugadas de juventud, lo intuíamos, y ahora lo sabemos con rotundidad: el mito nunca desaparecerá. Así que pasen otros cincuenta y siete años. 


viernes, 2 de agosto de 2019

Todo sobre Frances Farmer

Lo reconozco: me obsesioné con ella. No podía ser de otro modo. Su historia tenía todos los ingredientes para exaltar la imaginación de aquel joven mitómano que empezaba a ser. Su belleza, su rebeldía, su incomprensión, su carácter, su inteligencia. Su vida, en definitiva, en aquel mundo puritano. (Con muy pocos años, en una redacción escolar, escribió que Dios no existía, y eso, por entonces, no estaba demasiado bien visto). Otra hermosa criatura que no parecía encajar en ningún molde preestablecido. Otra hermosa criatura a la que no le apetecía aceptar las reglas de determinados juegos. 
Entonces, a mis diecisiete o dieciocho años, sin internet, era más complicado hallar información sobre cualquier cosa. Quería saberlo todo sobre ella. Todo sobre Frances Farmer. Tenía grabada de la televisión la película en la que Jessica Lange, tan parecida físicamente a la propia Frances, daba vida a aquel personaje fascinante. En la película, aunque hubiese podido dar más de sí en manos de otro director, también estaba Sam Shepard (cuyas 'Crónicas de motel' me tenían entusiasmado) y Kim Stanley, pedazo de actriz que daba vida a la madre de Farmer (ambas, Jessica y Kim, fueron nominadas al Oscar). De aquellos hilos, fueron surgiendo algunas cosas. Pequeños apuntes en libros especializados o descatalogados, en programas de radio o televisión de madrugada, en periódicos y revistas (ah, aquellas fotos en blanco y negro en El Europeo de Lange y Shepard)... Cada vez sentía más atracción por aquel personaje, definido como uno de los malditos del Hollywood de los años dorados. Que Jessica Lange y Sam Shepard, que habían iniciado su historia de amor en aquel rodaje, protagonizasen la película no hacía más que avivar el fuego. 
Con los años, ya con internet en nuestros ordenadores, fui recopilando más información. Documentales y programas de la televisión americana dedicados a la actriz pululan por la red. Kurt Kobain le dedicó una canción con su grupo y llamó a su hija Frances en honor a la actriz. (Yo hice lo propio con nuestra gata, aunque nunca respondía por aquel nombre y sí por el de Francesca, con el que se quedó). 
Las fotos de Frances ocuparon un lugar destacado entre mis libros. La historia de su rebeldía y de su paso por los psiquiátricos, después de tildarla de loca y alcohólica. Los enfrentamientos con sus madre. Su vida itinerante. Sus ansias de libertad. La leyenda ha llegado más lejos, incluso, que el personaje. Y ahí sigue, Frances Farmer, viva en su leyenda y en mi memoria. Hermosa en su juventud y hermosa después del deterioro. Son impactantes esas imágenes, las de después del deterioro, pero siguen mostrando, como digo, una extraña y frágil belleza. Ya no sé si, como decía la canción de Nirvana, Frances tendrá su venganza en Seattle. Ni siquiera si estaría muy interesada en ella. 
Fumadora empedernida desde muy joven, Frances murió el 1 de agosto de 1970, a la edad de cincuenta y seis años, a causa de un cáncer de garganta. En esa misma fecha, a este lado del Atlántico, mis padres contraían matrimonio. Pero ésa, a pesar de las extrañas casualidades de la vida, ya es otra historia.