jueves, 30 de mayo de 2019

Ser un hombre

Ser un hombre es respetar a tu padre y a tu madre, a tus hermanos, a tu pareja, a tus amigos. Ser un hombre es respetar las diferentes clases de intimidad que compartes o compartiste en algún momento de tu vida con esas personas o con otras que ya no te rodean. Ser un hombre no consiste en exhibir con bravuconería y ordinariez con quien te has acostado ni lo que has hecho libremente con esa otra persona. Ser un hombre no consiste en decir brutalidades (babayadas, decimos en Asturias: no me digáis que no es una palabra gloriosa) públicamente por un puñado de euros. Ser un hombre también significa guardar silencio muchas veces. Ser un hombre supone equivocarte en numerosas ocasiones, teniendo siempre los conceptos esenciales muy claros. Respeto y decencia, esos son los conceptos esenciales. Parece sencillo, ¿no? En eso consiste (o debería consistir) ser un hombre. 

miércoles, 29 de mayo de 2019

Horizonte de sucesos

Es uno de los mejores libros de poemas que he leído en los últimos tiempos. 'Horizonte de sucesos' (ARS POÉTICA: en la página de la editorial os podéis hacer con él y leer un par de poemas), de David Torres. Duro, honesto, sincero, valiente. Te atrapa con fuerza, con violencia incluso en ocasiones, y te deja ese nudo en la garganta y en la boca del estómago que siempre acompaña a la poesía que de verdad cuenta. También hay lugar para la ternura porque la ternura tiene su hueco cuando el dolor se va calmando y las heridas, poco a poco, siempre con más lentitud de la deseada, se van cerrando. 
Después de 'Palos de ciego', Torres ha logrado con este puñado de poemas estar a la altura de aquel extraordinario e inclasificable libro (algún eco de allí se vuelve a hacer presente ahora: con estremecimiento y dolorosa belleza). Lo que, siendo sinceros, no era nada sencillo.
Se presenta hoy en Madrid. 

martes, 28 de mayo de 2019

Mi abuela materna

Treinta años. Hoy se cumplen treinta años de su muerte. 
Se llamaba Virginia y era mi abuela materna. Era elegante, educada, presumida, alegre, risueña, cantarina, cariñosa y trabajadora. Estaba muy enamorada de mi abuelo (él también de ella). Le gustaba cocinar y lo hizo casi hasta el último día de su vida. Le gustaba asomarse a la ventana y contemplar todo lo que ocurría al otro lado. Aquel paisaje minero del Mieres de los 70 y los 80.  Le gustaba recordar cosas de su juventud y darnos dinero a escondidas, como hacían casi todas las abuelas de entonces. Le gustaba sentarse en las terrazas y que le contásemos historias de nuestro día a día. Le gustaba hablar por teléfono, pintarse las uñas de rosa y darnos muchos besos cuando llegábamos y cuando marchábamos. Siempre olía bien: a jabón, a colonia, a cremas, a laca de peluquería. Tenía las manos suaves y envejecidas. 
Han pasado treinta años de su muerte y todos estos recuerdos siguen presentes, casi cada día. Sobre todo, en los días raros. Su recuerdo, siempre luminoso, es más fuerte que todo lo extraño e incomprensible de esos días.
Aquel día, el de su muerte, llovía mucho. Y me dieron mi primer premio literario.  
Treinta años. 

domingo, 12 de mayo de 2019

Pequeño homenaje a Antonio Vega

No somos verdaderamente conscientes de que vamos envejeciendo hasta que la zarpa de alguna enfermedad se clava en nosotros o en los seres a los amamos. Hay otras zarpas pero no son tan contundentes como esa. Entre tanto, continuamos el viaje: siempre extraño. Y recordamos aquel tiempo en el que la noche no tenía fin y bailábamos hasta sentir el cansancio por todo el cuerpo. Era -es necesario apuntar esto- un cansancio reconfortante. Ahora los cansancios ya son de otra manera, y está bien que así sea. Bailábamos (y cantábamos: con mala voz o con voz quebrada) 'La chica de ayer' como si no hubiera un mañana. O como si desconociésemos el significado de esa expresión. Anda, pon aquí la última copa, que todavía es temprano. Todavía era temprano aunque nadie mirase el reloj. Los relojes se deshacían, como en aquel cuadro de Dalí. Pero eso sólo era un espejismo, una figuración: los relojes siempre están alerta. Y se imponen sobre los calendarios, arrasándolos. 
Hemos llegado hasta aquí, desafiando los zarpazos (los de las enfermedades y los otros), y eso es lo importante. No te voy a mentir, Antonio: todavía seguimos buscando el sitio de nuestro recreo. Creo intuir que en esa búsqueda está la clave de todo, pero tampoco estoy muy seguro.