miércoles, 30 de septiembre de 2020

En la radio

Hoy hablaré por primera vez en la radio de 'La noche se detiene'. Será a las 13.30 en Cadena Ser Gijón. Y será un placer porque siempre lo es hablar con Enrique y Alicia, que tan bien hacen su trabajo y conocen el mundo cultural. Pero también será inevitable que me acuerde de Azucena Vence. Ella es la persona con la que siempre hablaba por primera vez de mis libros en la radio. Siempre tenía alguna sorpresa musical (o de algún otro tipo) preparada. Siempre compartía esa euforia con la que yo llegaba al estudio. Siempre quedábamos emplazados para la presentación del libro en cuestión, donde ella era la encargada de leer con su extraordinaria voz algunos párrafos.

A este año de mierda, si es que algo se le puede pedir, le pido que se recupere enseguida y se pueda poner pronto detrás de ese micrófono verde.

El fantasma de Tom Waits

Qué curioso. Salimos, como todos los días, a dar un buen paseo. De regreso, cerca de casa, nos sentamos en la terraza de un bar que acaban de reformar. Hablamos de la novela, de los planes que deseo para ella. Me levanto y voy al baño. A la entrada, junto a otras portadas de discos, me encuentro con la portada de The heart of saturday night, de Tom Waits. La canción que recuerda una y otra vez Julia, la protagonista de "La noche se detiene", a lo largo de la noche en la que transcurre la historia. Y pienso que puede ser una especie señal. No sé muy bien de qué, ni para qué, pero una especie de señal. Así lo interpreto y pienso en lo mucho que me gustaría que hubiese una de esas máquinas para poner canciones de las películas americanas para hacer que sonara de nuevo el viejo Tom y su inmortal balada.

lunes, 28 de septiembre de 2020

Adiós a las novias

Llevo varios días leyendo una de esas novelas que, como los capítulos de nuestras series favoritas, a uno le gustaría que tuviese mayor extensión para seguir disfrutando de las andanzas de sus personajes. Se trata de 'Cartas a las novias perdidas', de David Torres. Se trata de la historia de una familia. Una familia con un presente y con un pasado a sus espaldas. Una madre desaparecida, un padre con alzhéimer, dos hermanos que no siempre comparten opiniones, decisiones ni afectos. Y unas cuantas novias, las del título, de uno de esos hermanos, Pablo, el narrador de la historia, escritor de guías de viajes. Del presente al pasado de esta familia. Los negocios casi siempre fallidos del padre, la belleza de esa madre que la hizo actuar de doble de Ava Gardner y Sofía Loren en varias películas que se rodaron en este país, los tejemanejes y los enfrentamientos de los hermanos, y también la presencia del tío Tomás, que trabajó en la Dirección General de Seguridad en los tiempos más duros del franquismo. Páginas que sirven de reflexión sobre un tiempo, tampoco excesivamente lejano, y de unas heridas que, por mucho empeño que se ponga, aún no han terminado de cicatrizar. Siniestra época que siempre conviene recordar. El país que fuimos, como se titula la primera parte de la novela. 

Pienso que no lo tenía demasiado fácil David Torres a la hora de enfrentarse a un nuevo trabajo después de sus dos libros anteriores, 'Palos de ciego' (narrativa) y 'Horizonte de sucesos' (poesía), extraordinarios ambos (búsquenlos, si aún no lo han hecho). Sin embargo, el escritor sigue avanzando con paso firme y absoluto dominio del lenguaje en sus planteamientos literarios y son numerosos los logros de esta nueva novela, 'Cartas a las novias perdidas', que obtuvo el LXVI Premio de Novela Ateneo Ciudad de Valladolid. Esa manera de transitar del pasado al presente al que antes aludía, encadenando hechos actuales con recuerdos de vivencias pasadas. El modo con el que el protagonista, Pablo, fantasea con la vida, ese doble espejo que refleja la realidad -su realidad- y esa otra realidad que sólo existe en su imaginación. La constante alusión a músicas y referentes cinematográficos que ayudan a comprender la personalidad de Pablo y también la de su hermano Fran. La ternura con la que Torres describe la decrepitud del padre, los sueños y las decisiones de la madre, y las historias de amor que, por unos motivos u otros, se fueron quedando por el camino. Esa ternura y esa nostalgia que se hace presente en quien ha cumplido ya unos cuantos años y se encuentra a mitad del trayecto. La hora de replantearse ese otro camino -el que queda por delante-, de encarar el inevitable destino de unos padres ancianos, de desprenderse de ensoñaciones porque la realidad es una cosa y la fantasía que ayuda a hacer más llevadera esa realidad otra bien distinta, de que ese hermano mayor no vuelva a adelantarse, como tantas veces ha ocurrido... La hora, en definitiva, de decir adiós a todas esas novias ("la última vez que nos vimos/ la primera muerte", escribe David en uno de sus poemas), metáfora de un tiempo que ya no existe más allá de la memoria, y todo lo que eso conlleva. Que no es poca cosa. 

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Nos morimos de amor

Tenemos la vida por delante y luego, inesperadamente, todo se escapa de las manos. Un misterio. El único relevante. Nadie sabe aún a ciencia cierta cómo sucede eso. En un abrir y cerrar de ojos, todas aquellas ilusiones se esfuman. Todos aquellos anhelos. Todas aquellas luchas. Todos aquellos roces contra diferentes pieles. "Es muy probable que no hayas visto/ las rosas que puse esta mañana encima de tu sexo". El brillo de unos ojos y el de los ojos que contemplan ese brillo, expectantes. Y un padre -el tuyo. el de quien escribe estos versos, el de quien los lee- se muere en noviembre, que no sé si es el mes más cruel (no quiero aquí contradecir al clásico inglés) pero se le parece. Y ya entonces todo va encadenado. Frustraciones, desilusiones, temores, desengaños, miedos y todo ese lado absurdo e inexplicable de la vida, batallas incluidas. Perseguimos un sentido y, pese al empeño, dejamos de hacerlo. "Ha llovido bolas, balas, velas, risas, rosas, rizos, luces, lazos, líos...", canta Marina Rossell. Todo eso, de golpe. Todo seguido, sin tregua. Sin titubeos. Por sorpresa. Casi a traición. A traición. Y el empeño queda hecho añicos, ya no sé si es invierno y ya da un poco igual. No quiero contradecirle, señor Eliot. Da un poco igual todo, en realidad. Queda una última petición, una última verdad: "Nos morimos de amor". Así dice uno de los versos de este magnífico poemario de Justo Braga, 'Todos tus crímenes', editado por BajAmar. Nos morimos de amor, mejor que de pavor o de miedo, a qué negarlo. Y ésa, pese a todo, viene a ser la única verdad, la que se abre paso por ciénagas y complicaciones, enfermedades y decepciones, cuerpos ya putrefactos y ese último aliento que indica que todavía no estás muerto (y alégrate por ello). Acaso porque el enigma -lo descubrirá quien logre resolverlo-, nace y muere ahí, te llames como te llames, busques lo que busques, ames a quien ames. Te enfrentes a los espejos con valentía, sin evitar las palabras que duelen o amenazan (como hace Justo Braga en este libro, equilibrando conceptos), o pretendas hacer todo lo contrario.  

jueves, 17 de septiembre de 2020

Rialto

Hacía tiempo que no veía una interpretación masculina tan potente como la de Tom Vaughan-Lawlor en la notable película independiente irlandesa 'Rialto'. El desconcierto y la fragilidad de un tipo de cuarenta y seis años que acaba de perder a su padre y que anda bastante perdido por la vida. Impresiona la mirada de ese hombre que está buscando refugio lejos de su casa y de su familia. Impresionan su voz dolorida (imprescindible la versión original) y sus silencios. También cada uno de sus pasos y la manera con la que trata de agarrarse a una historia imposible. Qué talento. Cuánta verdad.  

martes, 15 de septiembre de 2020

He escrito un poema

Ha sido una noche larga, intensa, fructífera y un poco dolorosa. He escrito un poema. El primero que escribo desde Navidad. Una imagen llevaba meses rondándome. Una imagen muy poderosa que vi en Berlín, en octubre del año pasado. Desde hace semanas, en la calle o en casa, he tratado de buscar las palabras exactas. Las necesarias para darle sentido a esa imagen. Huir de la grandilocuencia, de las palabras terribles que podrían nombrar lo que yo vi. Necesitaba las palabras justas, sin aspavientos ni metáforas. Creo que las he encontrado. Después, he colocado el poema -un atrevimiento- en ese libro que voy construyendo poco a poco. Y le he puesto un título. Hoy pienso que puede ser el título del libro cuando se publique, si se publica. El tiempo lo dirá, como dirá si el poema sobrevivirá o se eliminará con la facilidad que no tuvo (tantos meses buscando) para ser escrito.  

domingo, 13 de septiembre de 2020

Otros tiempos

Al dar la vuelta a la esquina, según te ibas acercando a la panadería, podías percibir un olor a cruasán, a pastel, a pan recién hecho. El olor se extendía por buena parte de la calle. Los cruasanes eran los mejores del barrio: de esos que te ayudan a quitar penas y resacas. También podías sentarte en una de las mesas y tomar algo allí. Algunas veces, antes de entrar en una de las salas de aquellos cines ya clausurados, solía tomar un café en alguna de sus mesas. El rumor de las charlas de media tarde. El apunte en el cuaderno. El sabor del café. Las ganas de ver aquella película. El movimiento de las chicas que trabajaban allí. Y el olor, claro, que te incitaba a acompañar el café con alguna de aquellas maravillas. Esos eran momentos de felicidad y yo lo sabía. ¿Qué tontería es esa de que antes éramos felices (a ratos, naturalmente) y no lo sabíamos? No lo sabría usted. 

Podremos tener en casa todas las plataformas digitales y alguna más que aparecerá. Pero nada será comparable a aquellos tiempos. Tiempos que seguimos añorando. Que en este presente tan complicado, si eso es posible, añoramos aún con más fuerza. 
Podremos tener en casa todas las plataformas digitales y alguna más que aparecerá. Pero nada será comparable a todo aquello.  El rumor de las charlas de media tarde. El apunte en el cuaderno. El sabor del café. Las ganas de ver aquella película, etcétera.   
Los cines se convirtieron en un supermercado al que mi amiga Loli, en un arranque de coherencia, se negó a entrar desde el primer momento y cumplió su promesa hasta el final de su vida. ¿La panadería? Ya está casi todo preparado para abrir, tras unos meses cerrada, convertida en un chino. 


miércoles, 9 de septiembre de 2020

Javier Fernández de Castro

Hace ya 25 años que escribí mi primera colaboración para un periódico. Se trataba de una reseña de 'Tiempo de beleño', de Javier Fernández de Castro, en el suplemento de cultura de La Nueva España, que por entonces dirigía con buena mano Paco García Pérez. Una novela llena de historias, un narrador sólido. Acabo de enterarme de su fallecimiento, y la noticia me entristece. Como también lo hace que su obra (muy recomendable) no tenga mayor reconocimiento. Sus libros solo se pueden encontrar en páginas y tiendas donde venden libros de segunda mano. Merece la pena acercarse a ellos. Descanse en paz. 


martes, 8 de septiembre de 2020

Día de Asturias

El acento os delata, nos dicen a veces cuando salimos de aquí. Y está bien que sea así: que los acentos, procedamos de donde procedamos, nos delaten. Los acentos, sin caer en nacionalismos absurdos o exagerados, son importantes y necesarias señas de identidad. Los acentos que conforman un mapa, el nuestro, y otro mapa, más amplio, que también es nuestro. Asturias celebra hoy su día. Me gustaría que todo fuese de otra manera. Que la gente no tuviese que largarse de aquí en busca de oportunidades, que hubiese más trabajo, que la supervivencia no nos quitase el sueño de este modo tan retorcido. Que las cosas (pidamos lo imposible) volviesen a ser parecidas a los buenos tiempos. No quiero, precisamente hoy, darle demasiadas vueltas a todo esto. ¿Para qué? Así que vuelvo sobre mis pasos y regreso a aquella casa y a aquel pedazo de tierra de donde partió todo. El olor de una templada mañana de septiembre, bajo una higuera ya frondosa, el sol -como hoy- tratando de hacerse un hueco. La idea de una patria que comienza ahí, en ese punto, y que se extiende por todos esos lugares donde también he conocido la felicidad o el sosiego. Largo camino aún por recorrer. 

lunes, 7 de septiembre de 2020

estoy pensando en dejarlo

La película comienza con un viaje. Un viaje con palabras, pensamientos, dudas, reflexiones, poemas, musicales y copos de nieve. Y esas palabras del título, "estoy pensando en dejarlo", resuenan una y otra vez en la cabeza de la protagonista, aunque nunca se las diga a su compañero de viaje, al volante. Llevan poco tiempo saliendo y van a visitar a los padres de él (Toni Collette y David Thewlis, soberbios). Y ahí, al llegar a la granja donde viven los ancianos, comienza otro viaje, idas y venidas, vueltas en el tiempo, imaginación o realidad, imaginación y realidad, cada cual decide. Variadas interpretaciones. O solo una interpretación. Y el viaje ya no cesa, el de regreso a no se sabe muy bien qué territorios. La tormenta de nieve, cada vez más fuerte, acentúa la tensión, las palabras no pronunciadas ("estoy pensando en dejarlo" y también algunas otras), la atmósfera. Esa atmósfera que ha creado Charlie Kaufman de un modo tan sugestivo y hermoso y extraño como esa tormenta que no cesa, como esas vidas a punto de romperse (realidad y deseo: o ambas cosas, o todo lo contrario), como ese final que huye, finalmente, de cualquier atisbo de desasosiego. Y suena la música, suena (o no).    

jueves, 3 de septiembre de 2020

Bibliotecas

Desde la adolescencia, cuando descubrí que jamás podría comprar todos los libros que deseaba, mi vida está asociada a las bibliotecas. Buena parte de lo que he leído pertenece a las bibliotecas de esta ciudad. A todas. Sí, a todas. Porque si había un libro que me interesaba en la más alejada de mi casa, allí estaba yo con mi carné. La emoción de ese trayecto -el de ir a buscar el libro deseado- es similar (aún hoy) a la de recorrer el camino que va de mi casa (la casa de mis padres entonces) al cine. Ahora, excepto dos, las bibliotecas de esta ciudad están cerradas. ¿Por qué? Si se cumplen las medidas de seguridad... Eso nos estamos preguntando estos días. Que se abran sus puertas ya (cumpliendo las medidas de seguridad, eso queda claro), que entre el aire, el sol de septiembre, el adolescente apasionado por la lectura... Que podamos entrar todas las personas que lo deseemos con aquella misma ilusión de entonces. Pocas cosas hay comparables a eso.