sábado, 30 de diciembre de 2023

Adiós, 2023

Empezar de nuevo. Eso es imposible. En todo caso, empezar de nuevo con todo lo vivido hasta el momento. Más bien, por tanto, continuar. Como sea. Paso a paso. Día a día. Ponerse a salvo de algunos acontecimientos. Hasta que uno de ellos arrasa con todo y te cambia la vida para siempre. La muerte de una madre, de tu propia madre. Ya no puedes regresar de la misma manera de ahí. Ya no eres la misma persona. Jamás recuperarás la mirada de entonces. Es, como empezar de nuevo, algo imposible. Avanzo silencioso, apoyado la mayor parte del tiempo del brazo del hombre con el que me casé. Me derrumbo con frecuencia y su brazo nunca se separa del mío. Nunca. Avanzamos juntos, enfrentándonos a este dolor. A lo que nos aguarda. Eso que nadie sabe, que ni siquiera podemos intuir. Otra vez la incógnita. Siempre la incógnita. 


Publicar 'Carver y el metro de Berlín' y la acogida del libro es lo mejor que me pasó en el año más atroz de mi vida. Nunca olvidaré la imagen de mi madre en aquella cama de hospital con el libro recién llegado en las manos. Me guardo la instantánea para mí. 
Recuerdo, allá por marzo, la presentación del libro en Madrid (Amapolas en octubre) con gente a la que admiro, aprecio y agradezco su generosidad. 
Felices lecturas, bebidas, atracones de comida, bailes, sexo de madrugada con amor o sin amor, o lo que a cada cual le apetezca. Este año, lejos de algarabías, aquí toca refugiarse en el silencio. 
Que el 2024, como aquella noche de José Agustín Goytisolo, nos sea propicio. Salud.

viernes, 29 de diciembre de 2023

Marianne cumple 77 años

Parábamos por allí en algunas ocasiones, finalizando ya la noche. Recuerdo que por aquel tiempo estaba leyendo la biografía de Marianne Faithfull y en aquel local, mientras hablábamos de ella, la imaginaba sentada en uno de aquellos ajados sofás. La melena rubia, la carcajada fuerte, la mano un poco temblorosa sujetando el cigarrillo, la copa cerca... De vez en cuando, incluso, llegaba hasta mí su voz. La voz de entonces que, aunque lo parezca, no era la misma que la de ahora. A ratos, escuchando estos días su último trabajo, uno tiene la sensación de estar asistiendo a una especie de despedida. Hay algo solemne en esa voz, en esas canciones. Nada que ver con aquella voz de entonces, en aquel tugurio, donde, aunque cualquier noche podía haber sido la última para ella, no había rastro de esa solemnidad. Había muchas cosas, evidentemente, porque la voz refleja aún más que el rostro o las manos todas las erosiones vividas, todos los temblores. Pero no esa solemnidad que también está en la preciosa foto de ese último cedé. Una señora que sujeta un bastón y mira fijamente. Una señora que hoy cumple 77 años. Una señora a la que imagino lejos ya de tugurios y andanzas peligrosas.

Aunque la luna de París ya no sea la misma, como canta hoy, pondré un puñado de flores cerca de sus fotografías. Rendido, como siempre, ante ese complejo entramado de sensaciones que transmite, incluida ahora esa solemnidad que te deja, como un cuento de Fleur Jaeggy, un escalofrío por todo el cuerpo.

lunes, 25 de diciembre de 2023

Nochebuena 2023

No creo que exista otra vida después de esta, pero me gusta fantasear que hoy mi madre (qué no daría yo) le está diciendo a Ava Gardner, que está de cumpleaños, lo mucho que la admiraba y que la actriz le está preparando un cóctel sin alcohol, que eran los preferidos de mi madre.

Feliz Navidad.

miércoles, 20 de diciembre de 2023

Sobre Carver y el metro de Berlín

 "El cuento es un género que se adapta muy bien al mundo de Ovidio Parades". Laura Freixas.

"Esa prosa directa y elegante que cultiva desde que tiene memoria, impregna cada una de las páginas de 'Carver y el metro de Berlín'.
Azahara Villacorta, El Comercio.
"Una prosa sencilla, melancólica, limpia, pensada". Justo Sotelo.
"Estupendo libro de relatos". Ernesto Calabuig.

miércoles, 13 de diciembre de 2023

Isabel Preysler, mortal (y rosa)

 Isabel Preysler, mortal (y rosa) 


Nunca me interesó Isabel Preysler. Tampoco es que me cayera mal. Ni fu ni fa. Era una mujer que estaba ahí, con sus cosas y sus maridos millonarios, y punto. Sin embargo, hay días que el insomnio te dice que no quiere más películas de Filmin y que dejes un poquito de lado la pila de libros pendientes. Y entonces caes en su documental (o lo que sea). Y, pese al dinero, a tener una casa más grande que la de nadie, a sus piscinas, a su buena vida, y a su hierática imagen, humanicé al personaje. ¿Cuáles fueron las causas? Dos, principalmente. La primera es una conversación que mantiene con un par de amigos que están tomando unos copazos (ella no tiene copa o no la tiene a la vista). Allí expresa su temor a la enfermedad. No se anda con pamplinas y habla claramente sobre ello. Sobre el dolor y el sufrimiento (no es Susan Sontag ni falta que le hace). Y realiza una reflexión sobre lo bien que ha vivido. Se siente agradecida por ello. Lo pronuncia sin ningún tipo de tufo moral o religioso. Bravo. Está bien saber vivir la vida y ser agradecido si ha sido buena. Y dos, ese momento glorioso en el que le dice a una de sus hijas que, como estamos en Navidad (motivo del documental, o lo que sea), hay que sacar las copas buenas. Lo dice así exactamente. Las copas buenas. O sea, lo que dirían cualquiera de nuestras abuelas o de nuestras madres preparando el tema navideño. Lo que dirían Rossy de Palma y Chus Lampreave en una película de Almodóvar o Amparo Soler Leal en una de Berlanga. Las copas buenas por Navidad. Di que sí, Isabel. Las de Ikea para todos los días y las buenas para celebrar las fiestas. A disfrutar la vida, qué carajo, que esto son dos días, y ella ya es consciente, como mencioné anteriormente, de que tiene una edad y de que todo se esfuma a gran velocidad. No voy a seguir al personaje a partir de ahora ni a ver más documentales (o lo que sean) sobre ella, pero le aplaudo esos dos grandes momentos. A cada una lo suyo. Isabel, mortal (y rosa). 

jueves, 7 de diciembre de 2023

Una bonita mañana

La vida de la protagonista, viuda y con una hija pequeña, se debate entre los cuidados a su padre, profesor de filosofía retirado que padece una enfermedad neurodegenerativa, y la relación con un hombre casado, antiguo amigo de la pareja. La enfermedad del padre le obliga a transitar de una residencia a otra (pública, privada, todas con ese punto depresivo y angustioso de quien se ve rodeado de enfermedad y muerte) y a deshacer la casa del filósofo, a desprenderse de los miles de libros que abarrotan sus estanterías. La historia con el hombre casado es un ir y venir característico de este tipo de relaciones. Todo se eleva y todo se tambalea, dependiendo del momento. Hasta ahí todo normal. Gente corriente, a pesar de su buen nivel cultural (trabaja como intérprete, su interés por la cultura también es evidente). ¿Qué hace de esta historia una película extraordinaria? Sin duda, aparte del trabajo de los protagonistas (soberbia y magnética Léa Seydoux), la mirada de la directora, Mia Hansen-Løve. La manera en que va enlazando imágenes, músicas y silencios durante casi dos horas. Dice la directora que escribió esta historia para acercarse a la enfermedad de su padre. Bien. Todas sus películas abordan temas autobiográficos, según ha contado ella misma.  Aunque eso no es relevante para el espectador. La autoficción no existe, escribió hace poco Enrique Vila-Matas. Pues eso. Lo que cuenta es lo que vemos, también lo que intuimos y sólo se nos muestra fugazmente, con delicadeza. Y todo ello conforma una película luminosa, pese a la enfermedad, que huye de la tiniebla, que busca esos reparadores rayos de sol de las mañanas bonitas, aunque a veces sean el anticipo de la otra cara de la moneda. O no. 

'Una bonita mañana' puede verse en Movistar. 

viernes, 1 de diciembre de 2023

Navidad 2023

La Navidad era una casa y una madre, ayudada por su hijo, cocinando. Risas en la cocina. Y calor. Y música. De las damas del jazz a las de la copla, sensualidad y tronío. La Navidad eran las calles iluminadas y ellos, la madre y el hijo, caminando bajo toda esa parafernalia. La Navidad eran bares donde beber copas de vino y comprar décimos de lotería, no vaya a ser que. A la calle, a la calle, sentenciaba firme el hijo para ahuyentar demonios y enfermedades. La Navidad eran comidas que surgían cualquiera de esos días en los que algunas gentes celebran el nacimiento de ese dios en el que creen y la madre y el hijo celebraban que estaban vivos. Qué mayor celebración quieres. La Navidad, en los últimos tiempos, era un hijo, ayudado por su madre, cocinando. El hijo, aunque no precisaba la ayuda de la madre, se la pedía para que ella resultase lo que era: fundamental. La Navidad era eso. Y todo lo demás que está escrito aquí. La madre se fue el último verano. El hijo está vivo a ratos. Y la Navidad está acabada antes de empezar.