Siempre resulta estimulante abandonar tu ciudad por unas horas. Gijón de día y Gijón de noche. Aunque ahora, tanto el día como la noche, tengan otra perspectiva, pasas por delante de un viejo callejón y compruebas de repente que, al fondo, cerca del mar, sigue estando aquel joven que fuiste. Y compruebas que las contradicciones y los deseos, con leves variaciones, continúan siendo los de entonces. Y eso, descubierto ya otro sosiego, te reconforta.
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