A mi amiga Loli, allá donde esté
Ha estado lloviendo durante todo el día. Cielo gris y encapotado. Lluvia furiosa. Hace un rato, en un momento (breve) de tregua, bajamos al supermercado. El más cercano que tenemos es ese que abrieron donde antes estaban los cines Clarín. Me costó años entrar en él, pero hay que reconocer que tiene buenas ofertas. Sé que el de los cines desaparecidos es un tema recurrente en este muro. También sé que la herida sigue abierta, como hablaba el otro día con mi amigo César Inclán, que tanto los añora también. Echo de menos cada día esos cines y el resto de los que había en la ciudad, todos cerrados. Qué mejor manera de pasar un día de lluvia furiosa como el de hoy que en un cine. Si pudiera pedir un deseo, pediría ese, retroceder en el tiempo, pasar una tarde en uno de esos cines. Ver todas las películas en diferentes sesiones. Percibir aquel olor. Sentarme en una de aquellas butacas un poco pasadas de moda (y, por tanto, de moda otra vez). Dejarme llevar por las historias que me contasen desde la pantalla. Olvidarme de todo lo demás. (Todos tenemos cosas que olvidar). Incluso de la lluvia: tan feroz hoy, tan cansina. La lluvia de este verano tan característico de estas tierras.
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