Se van construyendo días, y horas, y pequeños instantes que, reflejados a través del cristal de una ventana o de un escaparate o en largas caminatas (desde donde contemplamos la vida que pasa y nos deja un aliento, una tristeza o una sonrisa), quedan plasmados en las hojas en blanco que se llenan de palabras cuando la casa está en silencio, probablemente de madrugada, y los minutos pesan como piedras enormes o avanzan veloces como esas manillas del reloj de las que apenas nos percatamos cuando nos estamos divirtiendo, nos aturden o nos remueven, nos emocionan o nos desaniman. Se va construyendo la vida con el presente, ese presente donde asoma la nieve o un sol redentor, y también, evidentemente, con el pasado. Ese pasado que trae consigo diferentes gamas de colores y del que no queremos huir. Ni tampoco podríamos hacerlo, huir, aunque quisiésemos. La memoria es el antes y es también el ahora, lo que pasa a nuestro alrededor (contemplado tras esos cristales a los que antes aludía) y lo que pasa en nuestro interior (otra clase de cristales: brillantes, opacos, depende de cada momento, depende de la euforia o de la desgana, depende de cada madrugada). Va pasando así, la vida, entre caminatas, viajes, trabajos, caricias, miradas cómplices y sombras atisbadas, la propia vida de quien sigue amando y escribiendo y descifrando un mundo donde todo -aún- puede ser posible. En Nueva York o en Toledo: no importa el tiempo transcurrido. La curiosidad, que sigue intacta.
La vida del escritor Hilario Barrero, plasmada en una nueva y deliciosa entrega de sus diarios, 'Prospect Park. Diarios, 2014-2015' (Editorial Renacimiento). Páginas para leer despacio, para comprender al otro, para analizar el comportamiento que nos acerca y nos separa del otro. Para entender que el miedo, no importa la edad, sigue existiendo. Para asimilar que ese miedo -al dolor, a la enfermedad, a la pérdida, a la vejez...- también forma parte de nosotros mismos. Como el paisaje nevado y los hielos del invierno, el calor de la primavera o la sensualidad que trae consigo el verano forman parte de nuestro universo cotidiano. Todas las monedas tienen dos caras, hace tiempo que se aprendió esa lección. El ojo que observa y el alma que se va serenando se encargarán de escoger la más amable, la menos dura. La cara que resquebraje un poco menos que la otra. Porque, pese a los miedos, pese al frío que se recuerda y que se instala en el presente, todo sigue mereciendo la pena.
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