La luz de la tarde transmite sosiego después de tantos días de ajetreo. Es viernes y hace calor. Los dos hombres beben vino tinto en una terraza. Desde que estuvieron en Londres, donde la gente tomaba vino a las cinco o a las seis de la tarde, no tienen complejo por beber vino a la hora que les apetece. ¿Por qué hay que esperar a las ocho? Hay ciertas costumbres un poco estúpidas, la verdad. Se nota cierto revuelo alrededor. A pocos metros, Vox inicia su campaña con un mitin aquí, heroica ciudad que hoy ha decidido no dormir la siesta o ha decidido dormirla para siempre, no sé.
De repente, se oye un gran revuelo. Al parecer, el recinto se ha quedado pequeño para tanta gente y el líder ultraderechista ha salido a la calle a saludar a los que no han podido entrar. "¡Presidente, presidente!". Es el grito de numerosas personas. Los dos hombres se miran, sin decir nada, y le piden otro vino al camarero. Dos mujeres -madre e hija, no hay duda- pasan por su lado. La mayor lleva una banderita de España en la mano. Las dos dicen: "¡Qué guapo es, qué guapo es!".
Los dos hombres no dicen nada porque ya está dicho todo. Sólo queda beber algo más de vino y, como a pesar de ciertas cicatrices son de carácter positivo, confiar. Y eso hacen, bajo esa luz que sigue transmitiendo ese necesario sosiego, beben y confían.
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