miércoles, 10 de abril de 2019

Nadiuska

Su nombre aparecía habitualmente (en negrita) en aquellas columnas de Umbral, Nadiuska, junto a políticos de moda, literatos en ciernes, actrices existencialistas, folclóricas de rompe y rasga, presentadoras de televisión y Pitita Ridruejo, que nunca supimos muy bien a qué se dedicaba. Los ojos profundos. Los labios carnosos. La belleza exótica. El acento extranjero. Los desnudos legendarios. La reina del destape. Los amoríos. Las malas películas. La fama. El dinero. Los focos. El mito. Y de repente, como ocurre tantas veces, el olvido. La reaparición en programas sensacionalistas. El diagnóstico de una enfermedad. Y el fundido a negro.  
Y a partir de entonces, de aquel fundido a negro, casi todos los años algún medio se acuerda de ella, de Nadiuska, y evoca aquello tan manido del juguete roto. Puede que sea la única manera de difinir su trayectoria. O puede, más bien, que la vida de los mitos, procedan del ámbito que procedan, también se dividen entre los que tienen buena suerte o mala suerte, por mucha negrita con la que Umbral recalcase su nombre en aquellas míticas columnas. 

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