jueves, 3 de enero de 2013

Día uno

El cielo está despejado y hace frío. Aunque todo parece indicar, por los gruesos y oscuros nubarrones que se aproximan, que al final de la mañana terminará lloviendo, como así sucederá. Es una sensación extraña la de caminar por las calles el día uno, tan temprano. El tiempo parece haberse detenido. Como si estuviésemos en el paisaje de alguna película de ciencia ficción. O el final del mundo, tan anunciado, fuese esto mismo. Algunas calles están completamente desiertas y en otras, puedes sentir las voces, ya algo apagadas, amortiguadas por el alcohol y el cansancio, de los que aún regresan a casa. Esas voces que, ya desde la cama, se podían sentir a lo lejos. Las caras desencajadas, el maquillaje de ellas todo cuarteado, el tambaleo en esos altísimos tacones que parecían tan poderosos al comienzo de la juerga, los gestos de cansancio, las palabras que apenas pueden ya salir de las gargantas... Pienso por unos instantes en esos años en los que yo era uno de esos jóvenes, de regreso a casa el día uno del nuevo año. El contraste de aquel tiempo con el actual es significativo. Para cada época, lo suyo. No se trata de envejecer (o sí), sino de ir adecuándose a los tiempos y a las circunstancias. Me apetece caminar: los excesos de estos días son importantes. E inevitables. Después de tantos días así, de excesos, apetece volver a la normalidad, a la rutina de los días laborables. Aún queda el último tramo de las fiestas, los regalos de Reyes y todo eso. Ah, y el cumpleaños de mi hermana, que es la víspera de la noche mágica por excelencia. Siempre hemos sido de celebrar mucho los cumpleaños, aunque, dados los tiempos, estemos todos un poco de capa caída. Algo haremos, refugiándonos, como siempre, en las pequeñas cosas, en esas miradas y palabras de nuestra madre que siempre nos ayudan a calmarnos, y que son las que, finalmente, cuentan.
Pienso también en esa mujer, aún muy joven, que vivía en el barrio de mis padres y que se ha ido estos días. Era una mujer alegre, habladora, siempre por la calle (caminando, haciendo la compra, paseando al perro...), con una palabra amable y una sonrisa cercana. Pienso en lo injusta que es la vida. En lo frágil de nuestro viaje.
Intento buscar un café que esté abierto y en el que apenas haya gente. Quiero contestar a todos los mensajes que recibí ayer por la noche y que, en aquel momento, no tenía fuerzas para hacerlo. Todos estos días están siendo una especie de camino por la cuerda floja. Hay que poner cara de risa, alegrar a la familia, disfrutar de estar todos juntos, eso es cierto, pero los nervios y la procesión van por dentro. Entro en un café en el que parece habitar la calma. Sólo por unos instantes. Poco después de pedir mi café, el local se empieza a llenar de gente que pide chocolate con churros, que pide café y pinchos de tortilla, que pide cervezas, que pide una última copa, que alborota sin ton ni son. Seguimos siendo un país en el que parece que la alegría siempre tiene que ir ligada al alboroto. Apuro mi café y salgo rápidamente a la calle. Contestaré más tarde a esos mensajes. No tengo ganas de ruido: todo lo contrario. Quiero caminar en silencio, sentir cómo la mañana se va abriendo poco a poco, pese a esa sensación de tiempo detenido y al presagio de tormenta. Escuchar las ramas que mueve el viento, el sonido de algún pájaro. Sortear los charcos de agua y sentir el frío en la cara. Un año que ya se fue, afortunadamente. Y otro que está por venir. ¿Qué sucederá? Quién sabe. Aquí estamos para ir llenando, como sea, sus páginas en blanco. Las horas que están por venir. Quiero pensar en todo eso y, luego, no pensar en otra cosa que no sea el discurrir de esta mañana, la del primer día del nuevo año.

5 comentarios:

  1. DIsfruta del cumpleaños de tu hermana y sobre todo de la mirada acogedora de tu madre....ya habrá tiempo a lo largo del año de bajón y nostalgia.

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  2. Sácale partido al camino que puedes recorrer, que debes recorrer, un camino proceloso por la situación y maravilloso por la compañía. Solamente puedo decirte esta vez que es un relato sobrecogedor y cargado de ternura.
    Un beso muy grande.

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  3. Como bien dices, a esta Navidad todavía le queda la última etapa, los reyes magos. Y a los reyes magos de Málaga le está siendo casi imposible encontrar tu libro en todas sus librerías. Quizá puedas hablar con quién proceda para que deje caer algunos ejemplares de tu libro por estos lares. No se lo pongas tan difícil a los reyes magos, que queremos disfrutarlo.
    Un saludo y feliz año.

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  4. Yo me fui a Tepoztlán, el pueblecito en que vivía Chavela Vargas.El primer día del año.Huir de toda rutina y llenarse de música y paseos por un lugar mágico en verdad. Una forma de engañar los malos presagios que pudiera traer el 20013.No hacía frío,con flores decembrinas se acusa mejor el golpe.Insistir Ovidio,en que todo irá mejor en éste y en los venideros.Hay que disfrutar el presente con toda la intensidad que sea posible. Cuando lleguen los problemas(que a todos nos llegarán)hay que estar preparados para afrontarlos. Hay que ser como los perros(no tienen pasado, no piensan en futuros inciertos). Ánimo y un fuerte abrazo.

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