Lo mejor de la interesante 'Crímenes de familia', que acaba de estrenar Netflix y que es una especie de puzle que poco a poco se va armando (o desarmando, según se mire), es la evolución del personaje de Cecilia Roth. Alicia pasa de ser la típica señora de clase alta, que ocupa su tiempo en hacer yoga y tomar el té con sus amigas, a enfrentarse a la dura realidad que la rodea y que, en un momento dado, no le concede tregua alguna. Esa realidad, tremenda y angustiosa, nunca llega a desbordarla (gran trabajo de contención por parte de Roth, que se agarra al personaje con su fuerza habitual) porque asimila con sensatez e inteligencia que la vida -la vida real, la que transcurre al otro lado de la puerta de su habitación de revista- puede llegar a ser durísima y, por supuesto, siempre va más allá de las clases de yoga y el té con esas amigas ociosas.
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