Son tres o cuatro hombres. Beben latas de cerveza barata en un banco. Cuando los veo, me recuerdan a Bukowski. Sus rostros son el rostro del escritor. Las mismas huellas. Hay ironía, sarcasmo, erosión, heridas. Las características que vienen a definir su literatura. Perdedores ociosos y mujeres, perdedoras y ociosas, en los bares. Sexo, confusión, sentido del humor, corazones rotos y botellas de vino blanco en los parques. Con Linda Lee y sin horarios.
Bukowski cumple 100 años.
No sé cómo han envejecido sus libros, hace tiempo que no los leo. Intuyo que el tiempo se ha portado mejor con sus poemas. Pero sólo es eso, una intuición. Tampoco importa demasiado. Queda aquel tiempo. Cuando éramos rebeldes, leíamos todo lo que caía en nuestras manos y disfrutábamos del sexo en playas remotas y vacías.
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