Tantas noches en aquel garito de Gijón donde cantaban los gitanos y bebíamos J&B o Ballantine´s porque, según ellos mismos decían, "aquí no hay otro wizki". Noches, como es de suponer, que acababan al amanecer, cerca del mar. En Oviedo, si Yolanda estaba flamenca, que casi siempre lo estaba, se encendían las luces de La Santa y nos íbamos a la cama con aquella sentencia de María Jiménez, 'Se acabó', aunque a veces la noche, siendo ya de día, no se daba por finalizada, el domingo tenía muchas horas para dormir. Tiempos de excesos, lejos de preocupaciones, mientras el cuerpo aguantase. Tiempos de descubrimientos y celebración de la amistad (luego, el propio tiempo se encargaría de demostrar que la mayoría de aquellas amistades sólo eran válidas para la juerga, pero ésa ya es otra historia). La Jiménez era mucha Jiménez. La Jiménez sigue siendo mucha Jiménez. De todo aquello, ya sólo queda el recuerdo y la manera en la que utilizamos esos recuerdos en las historias que escribimos.
Y, sin embargo, hoy un regalo: María Jiménez canta con Miguel Poveda.
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