Las casualidades, más que cualquier otra cosa, determinan el transcurrir de los días, el curso de la vida. Un accidente de tráfico, que más que una casualidad es una desgracia, cambia el rumbo de la vida de Esteban, el protagonista de la última novela de Soledad Puértolas, "Mi amor en vano". Su vida se transforma: otros paisajes, otras gentes, otras perspectivas. Otro barrio, otra casa. Una nueva vida, así lo decide él. Y a partir de ahí, de esa elección, aparecen una serie de personajes, cada uno con su historia detrás, que conforman el mosaico de esta espléndida narración. Esteban es el nexo de unión entre todas ellas. Sus pasos, temblorosos tras el accidente, en principio desconcertados, van y vienen en busca del amor, de la seguridad, de la estabilidad, de la serenidad, del equilibrio, del sosiego. El amor, también como un misterio, como una sombra, como una ilusión. Los ojos de Esteban, después de todo, oscilan por todos esos territorios. Los misterios, las sombras, las ilusiones. Las palabras que se dicen y las que no se dicen. Personajes que hablan mucho y otros, en cambio, que no lo hacen, que observan, silenciosos, los pasos de Esteban, el devenir de esa nueva vida que le está tocando en suerte. Todo eso. ¿El amor, su amor, en vano? Quizá sea ésta una de esas preguntas que albergan múltiples respuestas, múltiples enigmas. Algunos de ellos, sí, se quedarán en el aire, como siempre, difuminados entre los reflejos de lo que pudo haber sido y, lamentablemente, no fue. Entre las sombras de los sueños no realizados, sólo esbozados con mayor o menor determinación. Lo que no pudo ser. Los hilos que parecen ser movidos por alguien quisieron que así fuese. O no. Quién sabe. ¿Qué es el amor? ¿Esa historia que dura algún tiempo o esos momentos fugaces, repletos de esa belleza que parece eterna, inalcanzable más allá de ese propio instante que se desvanece rápidamente? Ah, otro enigma. Otra pregunta sin respuesta. Otra más.
Soledad Puértolas, con suma maestría, nos ofrece una de esas narraciones en las que, como es habitual en ella, se esconden muchas cosas detrás de su aparente sencillez. Las cosas que se pierden, las que se desvanecen definitivamente. Las que nunca se han tenido. Las que se han rozado suavemente con las yemas de los dedos, un día cualquiera, una noche cualquiera, cuando no podemos dormir, cuando nadie nos espera. O cuando alguien lo hace y no lo sabemos. Todos esos sueños. Sí, todo eso está ahí, en la novela, fomando parte de la historia que nos ofrecen este puñado de vidas que aparecen tras la casualidad, las casualidades. Un día cualquiera, una noche cualquiera. Sin que supiésemos que estaban ahí, esperándonos, peleando contra la rabia, aspirando al sosiego. Como esta magnífica, deslumbrante narración.
Soledad Puértolas, con suma maestría, nos ofrece una de esas narraciones en las que, como es habitual en ella, se esconden muchas cosas detrás de su aparente sencillez. Las cosas que se pierden, las que se desvanecen definitivamente. Las que nunca se han tenido. Las que se han rozado suavemente con las yemas de los dedos, un día cualquiera, una noche cualquiera, cuando no podemos dormir, cuando nadie nos espera. O cuando alguien lo hace y no lo sabemos. Todos esos sueños. Sí, todo eso está ahí, en la novela, fomando parte de la historia que nos ofrecen este puñado de vidas que aparecen tras la casualidad, las casualidades. Un día cualquiera, una noche cualquiera. Sin que supiésemos que estaban ahí, esperándonos, peleando contra la rabia, aspirando al sosiego. Como esta magnífica, deslumbrante narración.
Magnífica reseña, Ovidio.
ResponderEliminarSoledad Puértolas ha de estar muy orgullosa, de la manera que tienes de reseñar sus libros, y éste en concreto. Con esa maestría tuya, para ponernos la miel en los labios, y salir disparados a comprar la novela, o esperar con impaciencia su pronta publicación. Enhorabuena, porque además de hacernos disfrutar de tu propia obra, nos enlazas también a la de los demás.
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