El acento os delata, nos dicen a veces cuando salimos de aquí. Y está bien que sea así: que los acentos, procedamos de donde procedamos, nos delaten. Los acentos, sin caer en nacionalismos absurdos o exagerados, son importantes y necesarias señas de identidad. Los acentos que conforman un mapa, el nuestro, y otro mapa, más amplio, que también es nuestro. Asturias celebra hoy su día. Me gustaría que todo fuese de otra manera. Que la gente no tuviese que largarse de aquí en busca de oportunidades, que hubiese más trabajo, que la supervivencia no nos quitase el sueño de este modo tan retorcido. Que las cosas (pidamos lo imposible) volviesen a ser parecidas a los buenos tiempos. No quiero, precisamente hoy, darle demasiadas vueltas a todo esto. ¿Para qué? Así que vuelvo sobre mis pasos y regreso a aquella casa y a aquel pedazo de tierra de donde partió todo. El olor de una templada mañana de septiembre, bajo una higuera ya frondosa, el sol -como hoy- tratando de hacerse un hueco. La idea de una patria que comienza ahí, en ese punto, y que se extiende por todos esos lugares donde también he conocido la felicidad o el sosiego. Largo camino aún por recorrer.
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