jueves, 23 de abril de 2020

Día del Libro

No estoy aquí, en esta casa, confinado. Estoy ahí, en la Cuesta de Moyano, como siempre que vamos a Madrid. Hace calor, es primavera, son las doce de la mañana, acabamos de ver una exposición magnífica en el Reina Sofía. Quito las gafas de sol y pongo las otras. Voy de una librería a otra, de una mesa a otra, cojo un libro y otro, leo las primeras líneas, miro el precio. No busco ningún título en concreto, me dejo llevar, quiero que el hallazgo me sorprenda. Y me sorprende, claro. Continúo el periplo, los dedos ya están cubiertos de polvo, el tiempo se ha detenido. Oigo el murmullo de una conversación cercana, no presto atención, voy a lo mío. Ya he comprado tres libros, avanzo, me hago un hueco entre varias personas que se arremolinan en torno a una mesa, el sol hace aún más agradable esta búsqueda. Compro otro libro, el último, me digo, que luego hay que ir a las otras librerías. Soy un tipo afortunado, y lo sé. Ahora mismo, aunque pudiese hacerlo, no cambiaría este lugar por ningún otro lugar del mundo. Me quedo aquí, sintiendo el sol y el olor de los libros, un rato más. Nunca se sabe cuándo podremos volver por aquí. Sé que cualquier noche, insomne, recordaré estos momentos: la búsqueda, la emoción, el hallazgo. Cualquier noche es esta noche, camino ya de la madrugada, tan lejos y tan cerca. Camino ya de un nuevo 23 de abril. Quizá el más raro que hayamos vivido hasta la fecha. No importa, no estoy aquí, estoy allí. Feliz Día del Libro. 

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