Esos aplausos a Aina Vidal, la diputada enferma de cáncer, qué importa ahora su partido o su voto, estemos o no de acuerdo, no es el asunto. Esos aplausos por su presencia en el Congreso esta mañana. Esos aplausos, sí, intensos y sinceros, deberían hacer reflexionar a más de una persona sobre lo verdaderamente importante en esta jodida vida. Esos aplausos y ese rostro emocionado, el suyo. El nuestro.
Pasarán los meses y la alegría o la tristeza de este día, allá cada cual con sus ideas y su conciencia, irán en aumento o irán desapareciendo, o tomarán forma cualquiera de la múltiples variantes que pueden aparecer a partir de hoy. Todas esas incógnitas.
Quedarán esos aplausos. Ese rostro. Y su significado.
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