lunes, 27 de enero de 2020

En aquel tren

No podía leer, ni hablar, ni mirar el móvil. En aquel tren que nos llevaba, a media mañana, desde Berlín hasta el campo de concentración que está situado a unos 30 kilómetros de la capital alemana, sólo podía contemplar el paisaje. Un paisaje tranquilo, de casas bajas y árboles frondosos mecidos por una suave brisa. Con ese punto de inquietud que a veces habita en la calma aparente. Pensé, mientras el tren avanzaba, en la tranquilidad del vecindario de 'Funny games', la brutal película de Michael Haneke , y en todos los terribles acontecimientos que suceden después. Pensé también en todas aquellas personas que habían hecho ese mismo recorrido, prisioneras del más absoluto de los fanatismos, de la locura más radical. En qué miedos, temblores, angustias o incertidumbres irían pensando. Quizá no imaginaban la verdadera dimensión de lo que les aguardaba en aquel recinto diseñado para el dolor, el sufrimiento y la muerte. Quizá, me dije, mejor así.
Después de visitar aquel campo de concentración, de regreso a Berlín en el mismo tren, tampoco pude leer, ni hablar, ni mirar el móvil. Aún hoy, casi cuatro meses después, aunque a veces me asaltan imágenes y sensaciones muy dolorosas, no quiero hablar demasiado sobre ello. La experiencia es sobrecogedora. Pensar en todo lo que ocurrió allí te desarma por dentro. 
Se celebra en esta jornada el Día Internacional de conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto. Una jornada perfecta para la reflexión (como la de ayer, como la de mañana), viendo los caminos por los que algunos pretenden llevar al mundo. Escuchar la inquietud que habita en el silencio y la calma aparente, y en el estallido que también puede esconderse en medio de todo eso. 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario