De repente, desayunando un pincho de calamares con mi madre, regreso a la infancia. Tengo ocho, diez, doce años. Tomamos calamares fritos con el aperitivo, en Grao. Apuramos el verano. El regreso al cole, a la vuelta de la esquina. Nadie sabía lo que iba a suceder en los años que estaban por venir. Cuarenta años. Toda una vida. No importa eso ahora. Hemos llegado hasta aquí, hasta esta mañana de 2019 en la que también apuramos el verano. Sin pensar en nada más. Sólo en escoger la parte más soleada de la terraza, compartiendo charla y desayuno.
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