Yo te doy las gracias, Enid Blyton, allá donde estés, por los buenos momentos que me hiciste pasar con tus historias, por hacer más llevadera aquella infancia de niño solitario y diferente en aquella España de los 70, tan fea y tan gris.
Que los demás te juzguen, si así lo consideran. Yo me quedo con aquella emoción y aquellas ganas -lo recuerdo bien, no es literatura apresurada- de volver a casa del colegio para continuar disfrutando con aquellas aventuras que me alejaban de un mundo que no tenía nada que ver conmigo.
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