Hay un artículo espléndido del inolvidable Terenci Moix que habla de los domingos de los jóvenes diferentes. ¿Quiénes eran esos jóvenes? Pues aquellos que no tenían ninguna afinidad con el resto de sus compañeros y, lejos de compartir juegos o hazañas con ellos, se les veía sentados en un banco del parque con un libro entre las manos o en el interior de una sala de cine. Yo era uno de esos jóvenes. Pero no sólo los domingos: cualquier día de la semana. A veces, se me podía ver en un mismo día en dos salas de cine diferentes. El viernes era el día de estreno y las ansias, en determinadas ocasiones, por ver aquellas películas estrenadas me impedía administrar una para cada día. Muchas de las películas que vi en aquellas salas, hoy lamentablemente desaparecidas, están aquí, en este magnífico libro de Óscar López y Pablo Vilaboy, "Madres de película". El libro es un canto al cine, al amor absoluto por el cine. ¿Un amor desmesurado? Posiblemente. Pero es que hay personas que no sabemos amar el cine (y otras cosas: pero eso no viene ahora a cuento) de otra manera. Un amor correspondido, en todo caso. Puede fallarnos un amigo o un amor o un familiar, o sentir que la vida se te echa encima de la peor de las maneras, no importa: el cine siempre estará ahí. Se apagan las luces (las del cine o las de tu propia casa) y empieza la magia. No importa que estemos en Nochevieja o en pleno verano. Katherine Hepburn nunca nos va a defraudar. Y Brenda Blethyn, tampoco. Todos esos momentos inolvidables que conforman las personas que hoy somos, las que fuimos, las que queremos ser. Aquí se recuerdan a las madres de película, a muchas madres de diferente edad, condición y actitud ante el hecho mismo de la maternidad. Están las mujeres más grandes de la historia del cine. Todas esas mujeres que nos acompañan en nuestro camino como si fueran parte de la familia. Y, de hecho, lo son. De la familia del cine, la que quisimos formar, a la que quisimos con todas nuestras fuerzas pertenecer. Sería imposible enumerarlas a todas. Pensad en esa actriz, vuestra favorita, y estará en este libro. Seguro. El minucioso rastreo que han hecho Óscar y Pablo merece el aplauso más enfervorecido. La portada, con Shirley MacLaine y Debra Winger, lo dice todo. (Si los tiempos fuesen otros, le pediría desde aquí a la editorial que regalase un póster de esa portada con cada compra del libro: así somos los cinéfilos y los mitómanos, y a mucha honra, señores). Yo, cuando supe que sus autores estaban embarcados en ese ambicioso y necesario proyecto, pensé en Gena Rowlands. Y, claro, ahí está. Como podría haber pensado en Pilar Bardem, Anne Bancroft, Kim Stanley, Mia Farrow, Bette Davis, Cher, Irene Gutiérrez Caba, Elizabeth Taylor, Carmen Maura, Piper Laurie... Y también están. La lista, ya digo, es interminable. Afortunadamente para nosotros. Los que amamos el cine y la buena literatura. Tanto Óscar como Pablo son dos magníficos escritores, y eso se nota en cada película y cada madre recordada, en cada página, en cada capítulo, siempre plagados de pequeños detalles que nos hacen rememorar todas aquellas tardes que pasamos en las salas de cine o en la penumbra de nuestro salón mientras el resto de la familia ya dormía. Que nos hacen amar, aún más si cabe, al cine y a todas estas mujeres estupendas que se pasean por sus páginas y por nuestra memoria. Quedará ya en un lugar destacado de nuestra biblioteca, quizá al lado de los que el propio Terenci dedicó al cine, como un referente más, como uno de esos libros a los que volveremos para consultar o para recordar y rememorar aquella tarde en la que, viendo en acción a una de estas madres de película, pensamos que la vida también se podía vivir de otra manera y que, realmente, a pesar de los pesares, merecía mucho la pena. Un libro que ya es un pequeño clásico desde que se fraguó en la mente de sus creadores. Una auténtica gozada. Que nadie se lo pierda.
Fiel como siempre a tus recomendaciones, compraré el libro. Decirte que una vez más, me has sentado en la butaca de la vida, has apagado por mí las luces y me has llevado a llevado a disfrutar de la película de los sentimientos, así, en voz baja, esa vos que habla directamente al corazón, como lo hacen tus palabras.
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