El frío de estas mañanas cercanas al día de los difuntos me ayuda a trasladarme a otras mañanas, frías y soleadas, de muchos años atrás, cuando el abuelo Pepe ya se había muerto e íbamos todos al cementerio de Udrión, donde está enterrado. Y las flores, claro. Las flores que las vendedoras del Fontán preparan con mimo para que estos días los vivos honren a los muertos. Su olor, el olor de las distintas flores, recorre todo el mercado y me traslada hasta aquellas mañanas. Y ese otro olor, el del café que toman las vendedoras para combatir este frío que se presentó casi de repente, también llega hasta mí. Olor a café humeante y recién hecho, muy reconfortante, que beben en el tiempo libre que les queda entre la preparación de un ramo y de otro. No a todo el mundo le apetece hacerlo, llevarle flores a sus muertos. No todo el mundo lo hace con sentimiento verdadero. Hay, como en otros ritos, mucha tontería y falsedad, según los casos. Pero hay otra mucha gente a la que sí le gusta acercarse a los cementerios y llevarle ramos de flores a sus muertos, estar allí cinco minutos o pasar la mañana. (Las historias de los cementerios no tienen precio, da igual que sean historias del norte o del sur: Almodóvar retrató magistralmente parte de ellas en "Volver", una de sus grandes películas). Es una manera de recordarles, de honrarles. Es cierto que todos los días son buenos y que no hace falta esperar a estas fechas para hacerlo, pero nunca está de más llevar a cabo las cosas que están bien, sea cuando sea. Flores rojas, rosas, blancas, amarillas, anaranjadas, violeta... Da igual. Cada cual escoge las suyas, sus favoritas. O las de las personas que ya no están, como una especie de póstumo homenaje. Las ventas de flores, como todas las demás ventas, según leo en algún sitio y veo en las noticias de la tele, han descendido considerablemente. La gente se tira a las más baratas. Si antes compraba veinte, ahora compra diez. O cinco, que si le ponen mucho ramaje siempre queda un ramo muy apañado. Normal. La crisis puede con todo, ya lo sabemos. La crisis, devastadora como ese huracán que arrasa con todo a su paso por Estados Unidos, que no termina. (Las imágenes de todas esas familias desahuciadas de sus casas parten el alma a cualquiera). Y esto, el descenso de la venta de las flores para los cementerios, no será nada (me temo) comparado con el descenso de las ventas navideñas, que ya están ahí, a la vuelta de la esquina y que nos pillarán a (casi) todos, entre unas cosas y otras, a dos velas. Y lo que es peor aún: cansados ya de esta situación. Buf. Mejor no pensar en ello. Mejor quedarse ahí, en medio de los puestos del Fontán, en el espacio donde el sol alcanza la piel, obervando el trajín de esas mujeres que preparan con arte y desenvoltura los ramos de flores, mientras sorben el café de sus vasitos de plástico y hablan en alto entre ellas y ríen, pese a todo, como si no pasara nada. O como si, ya de vuelta de todo, intuyeran que nada, ni siquiera esta crisis devastadora y sus consecuencias, pudiese con ellas. Faltaría más, parecer decir con sus risas y sus palabras en voz alta, mientras una de ellas, risueña y con el rostro surcado de arrugas y ojeras como el de la gran Melissa Leo en sus mejores interpretaciones, me pregunta: ¿le preparo un ramo, señor?
En México esta celebración es muy especial. No sólo se llevan flores.¡Se le lleva la fiesta(¡Fiesta mexicana!) a la propia tumba del difunto.La gente prepara la comida preferida del ausente y se le lleva junto con su vino preferido,su cafecito y su música(el que puede paga los mariachis). Es absolutamente conmovedor ver familias enteras que se desplazan a los cementerios a llevar toda esa comida,esas flores,esas veladoras para estar con el fallecido toda una noche,platicando,riendo y llorando en una suerte de convivencia inconcebible en otras culturas.Yo tengo a mi padre enterrado aquí hace mucho tiempo y siempre que voy me encuentro con los restos de las fiestas de las tumbas vecinas.Algún día le haré su fiesta(antes de que me la vengan a hacer ami que,seguro,me la harán...
ResponderEliminarPara mi el día de Difuntos tiene un sabor a reunión familiar, reunión en torno a las tumbas de mis abuelos primero y de mis tíos despues... Gracias a Dios conservo a mis padres y espero que por mucho tiempo... porque hay tiempos que sólo pueden vivirse apoyandose en los padres, sobre todo, los que no tenemos la suerte (o la desgracia) de tener una pareja...
ResponderEliminarTodos los hijos de mis abuelos durante muchos años y luego los nietos de mis abuelos nos reunimos en el pequeño cementerio del pueblo, allí unos aprovechan para presumir un poco de como les ha ido en la vida, otros aprovechamos ese ratito para recordar todo lo bueno que nos han dado los que se han ido.
De un tiempo a esta parte a mi me ha tocado ir a limpiar las sepulturas y los nichos, no me da ninguna pereza... ese momento de intimidad con los que ya no están supone para mi un bálsamo de paz... en especial en el cementerio de Oviedo, ¡es tan bonito! yo si me pasaría la tarde entera paseando entre las tumbas, leyendo epitafios, imaginandome las historias de amor fraternal, matrimonial, paternofilial... los malos rollos entre familia (que también los hay)
Encuentro un momento especial para subir a visitar a mis abuelos, los de allí y los de aquí, que yacen juntos para siempre esperando que todos nos volvamos a encontrar en algún momento, en algún lugar...
Inexorablemente, el día de hoy, queda muy vinculado a la tristeza.
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