Vamos haciendo la vida como podemos, que es una manera como cualquier otra de decir que la vamos haciendo como nos dejan. El proceso es casi siempre similar. Infancia, adolescencia, juventud, madurez y, con suerte, vejez. Por ahí, para hacerlo todo un poco más llevadero, vamos intercalando libros, músicas, películas... Cada cual tiene su repertorio y, en ocasiones, los repertorios coinciden. Una manera, la del repertorio, de recuperar el aliento para continuar. Similar a ese momento en el que, después de pasar un buen rato bajo el agua de la piscina, volvemos a la superficie para respirar. Eso tan básico y necesario, tan rutinario y sublime. Leer. Escuchar música. Ver una película, y luego otra, quizás otra más en la misma madrugada. Respirar. Recuperar la sensación de estar vivo. El oxígeno dentro de los pulmones. Dentro y fuera. Dentro y fuera. Pensar que la alegría no es la meta, sino el camino. Cuidado con la diferencia. La alegría, sí, en medio del dolor. "Soltar una carcajada salvaje dentro de la más dolorosa aflicción", escribió Samuel Beckett, no sé si antes o después de esperar a Godot. El dolor por la muerte de la madre. Es lo que nos cuenta Pablo Texón en su último libro de poemas, 'Cantar de ti mesma', editado por Trabe. El dolor por esa muerte, pero sin olvidar esa línea trazada: la alegría como camino, no como meta. Introduciendo variaciones en el poema de Kavafis. Y así, construyendo poemas o construyéndose de nuevo a sí mismo (¿qué otra cosa es la escritura?), Texón compone unos versos poderosos. Más poderosos aun que la muerte porque en ellos quedan fijados los momentos compartidos, los restos del naufragio, la búsqueda constante de la alegría. Y todas esas danzas donde antes había dos y ahora hay una sombra y un hombre que escribe. A la mierda con aquel 1967.
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